-Textos:
-Dt 26, 4-10
-Sal 90, 1-2. 10-15
-Ro 10, 8-13
-Lc 4, 1-13
“El Espíritu lo
fue llevando durante cuarenta días por el desierto”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy, primer domingo de
cuaresma. Hoy propiamente empieza la cuaresma.
Lo primero que me
atrevo a deciros es que activemos la fe. La cuaresma es un tiempo de
gracia para cada uno de nosotros, para la Iglesia y para la creación
entera. Dios tiene dispuesto para cada uno en este tiempo una gracia
particular. Estemos en vela; que no desperdiciemos la oportunidad y
desperdiciemos esta gracia cuaresmal.
Esta gracia es gracia
de conversión. La cuaresma es un camino de conversión hacia la
Pascua. Convertirnos hacia él, seguir a Jesús más de cerca. Poner
nuestra vida más acorde con la voluntad de Dios, con los
mandamientos de Dios, con el espíritu del Evangelio.
Para eso, el Espíritu
del Señor nos lleva al desierto. Esto es lo que nos dice el
evangelio de hoy. El Espíritu Santo nos lleva al desierto como le
llevó a Jesús.
Paremos un momento y
hagamos una consideración: El Espíritu Santo nos llama y nos lleva
al desierto; el desierto es figura de la vida. No estamos en la
vida porque sí, como por casualidad. El Espíritu Santo nos ha
traído a la vida. Hemos nacido a la vida, para vivirla de acuerdo
con el Espíritu de Dios, para conducirnos según el Espíritu Santo,
y ayudados e impulsados por el mismo Espíritu.
El desierto, como
metáfora o imagen de la vida, tiene dos aspectos principales. El
primero, el desierto lugar de prueba y de conocimiento de uno mismo:
“Recuerda el camino que el Señor tu
Dios te ha hecho recorrer estos años por el desierto, para
afligirte, para probar y conocer lo que hay en tu corazón, si
observas sus preceptos o no” (Dt 8, 2).
El segundo, el desierto como tiempo para estrechar las relaciones de
amistad y de amor con Dios: “Por eso,
yo la persuado, la llevo al desierto, le hablaré al corazón” (Os
2, 8).
La cuaresma, tiempo de
gracia de Dios, tiempo para purificarnos de nuestros pecados, tiempo
para estrechar las relaciones de amor y de fe con Dios. ¿Vemos la
conveniencia y la necesidad de vivir bien y aprovechar la cuaresma?
Todavía tenemos un
aliciente más, que es con mucho el más importante: Jesucristo va
delante de nosotros.
Él entró en el
desierto de la vida humana, superó la prueba y venció las
tentaciones más importantes que hierven en el corazón de todos los
humanos: “No solo de pan vive el
hombre”. El consumismo, el dar
satisfacción hasta el hartazgo a las necesidades puramente
materiales: comer, beber gastar y consumir. El consumismo diluye,
sepulta toda dimensión espiritual. “Al
Señor tu Dios adorarás y a él solo darás culto”.
Los ídolos, el dios
dinero, que no nos sirve sólo para atender lo necesario, sino que
nos absorbe la cabeza y el corazón hasta dejar de lado a Dios y al
prójimo. “No tentarás al Señor tu
Dios”. Una tentación muy sutil: Ir
a Dios no para hacer su voluntad, sino para que él haga la nuestra.
Estas tentaciones
básicas y otras parecidas, trabajan solapadamente en nuestro
corazón, y son azuzadas por el demonio con sagacidad y fuerza
enormes.
Estas
tentaciones han sido todas vencidas limpiamente por Jesucristo con su
muerte y resurrección, en la Pascua. Nosotros, por eso, las podemos
vencer. Dejémonos llevar del Espíritu Santo y entremos en la
cuaresma, tiempo en que Dios quiere hablarnos al corazón.