domingo, 17 de marzo de 2019

DOMINGO II DE CUARESMA (C)


-Textos:

       -Gn 15, 5-12. 17-18
       -Sal 26, 1bcde. 7-9d. 13-14
       -Fi 3, 17--4, 1
       -Lc 9, 28b-36

Este es mi Hijo, el elegido, escuchadlo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy, domingo segundo de cuaresma, hemos escuchado el evangelio de la Transfiguración del Señor, y en nuestra diócesis celebramos el “Día del seminario”.

Pongamos la atención primero en el relato de la Transfiguración del Señor. Veamos a Jesús que emprende el camino hacia Jerusalén. Nosotros queremos caminar en esta cuaresma hacia la Pascua. Jesús va delante de nosotros. Jesús va a vivir un viacrucis: ser apresado, condenado y crucificado. El evangelio de hoy nos quiere mostrar que Jesús no acaba derrotado y muerto. Al final del camino, la gloria de la divinidad resplandecerá y aparecerá resucitado y vencedor del pecado y de la muerte, y dador de vida, de la vida verdadera, de la vida eterna.

Hoy, debemos poner la máxima atención en la voz del cielo, en la voz de Dios Padre, que dice: -“Este es mi Hijo, el elegido, escuchadlo”. En el camino de la cuaresma que hemos emprendido, en el camino de la vida, para no errar, para ir seguros y para no desfallecer y llegar a la meta, tenemos que tener en cuanta esta voz del cielo, la voz de Dios Padre que nos dice: -“Este es mi Hijo, el elegido, escuchadlo”.

Dos acciones muy importantes nos propone Dios que hagamos: Primero, un acto de fe, creer en Jesucristo como Hijo de Dios: “Este es mi Hijo, el Elegido”. En segundo lugar, un mandato: “Seguidle”. Escuchar a Jesús, su palabra, en la asamblea litúrgica, en casa leyendo y meditando la biblia. Escuchar y seguir a Jesús. Escuchar de verdad supone que escuchemos y obedezcamos. Y todo, porque Jesús es el Hijo de Dios, el elegido.

Vengamos ahora al “Día del seminario”.

Todos nosotros, creo, vemos con evidencia la falta de sacerdotes en nuestras parroquias. Y todos sabemos cómo los sacerdotes, en cuanto colaboradores de los obispos, son necesario e imprescindibles para la misión de anunciar el evangelio en el mundo. Es cierto que junto a la escasez de vocaciones al sacerdocio, se deja ver también otra necesidad grande en nuestras comunidades cristianas, que es la escasez de seglares cristianos, preparados y comprometidos para desempeñar actividades de evangelización y de sostenimiento de las comunidades parroquiales.

Pero en este domingo, la atención la centramos en las vocaciones al sacerdocio. El lema de este año es “El seminario misión de todos”.

La raíz profunda del descenso de la vocaciones sacerdotales se halla en el abandono de la fe o al menos en la pérdida del vigor de esta fe. Esta misma causa hace que tampoco abunden las vocaciones a la vida consagrada de cualquier tipo o que los seglares, hombres y mujeres, los matrimonios y familias verdaderamente cristianas sean cada vez más excepcionales.

Podemos analizar causas y buscar explicaciones, pero lo primero y fundamental es lo que dice Jesús, que contemplado la multitud que le seguía, sintió compasión de ella, porque las veía como ovejas que no tiene pastor. Entonces dijo: “La mies es mucha y los obreros son pocos. Rogad al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies”.

Lo primero, pues, y lo más esencial es la oración. Esto lo podemos hacer todos, y más, debemos hacer todos. Y además la tarea que queda manifiesta ante la escasez de vocaciones: Revitalizar las comunidades cristianas, todas, Todos somos miembros en un grado o en otro de una comunidad de fe, de una parroquia, de una familia cristiana. A todos los implica la responsabilidad de vivir con ilusión, con alegría, con coherencia la fe cristiana. Y desde ahí, crear un clima, un ambiente donde se pueda ver como una vocación, como un don precioso de Dios, la vocación sacerdotal.

Ofrezcamos ahora esta eucaristía y que ella nos impulse a asumir nuestra responsabilidad. Porque el “Seminario es misión de todos”.