-Textos:
-Gn 15, 5-12. 17-18
-Sal 26, 1bcde. 7-9d.
13-14
-Fi 3, 17--4, 1
-Lc 9, 28b-36
“Este es mi Hijo,
el elegido, escuchadlo”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy, domingo segundo de
cuaresma, hemos escuchado el evangelio de la Transfiguración del
Señor, y en nuestra diócesis celebramos el “Día del seminario”.
Pongamos la atención
primero en el relato de la Transfiguración del Señor. Veamos a
Jesús que emprende el camino hacia Jerusalén. Nosotros queremos
caminar en esta cuaresma hacia la Pascua. Jesús va delante de
nosotros. Jesús va a vivir un viacrucis: ser apresado, condenado y
crucificado. El evangelio de hoy nos quiere mostrar que Jesús no
acaba derrotado y muerto. Al final del camino, la gloria de la
divinidad resplandecerá y aparecerá resucitado y vencedor del
pecado y de la muerte, y dador de vida, de la vida verdadera, de la
vida eterna.
Hoy, debemos poner la
máxima atención en la voz del cielo, en la voz de Dios Padre, que
dice: -“Este es mi Hijo, el elegido,
escuchadlo”. En el camino de la
cuaresma que hemos emprendido, en el camino de la vida, para no
errar, para ir seguros y para no desfallecer y llegar a la meta,
tenemos que tener en cuanta esta voz del cielo, la voz de Dios Padre
que nos dice: -“Este es mi Hijo, el
elegido, escuchadlo”.
Dos acciones muy
importantes nos propone Dios que hagamos: Primero, un acto de fe,
creer en Jesucristo como Hijo de Dios: “Este es mi Hijo, el
Elegido”. En segundo lugar, un mandato: “Seguidle”.
Escuchar a Jesús, su palabra, en la asamblea
litúrgica, en casa leyendo y meditando la biblia. Escuchar y seguir
a Jesús. Escuchar de verdad supone que escuchemos y obedezcamos. Y
todo, porque Jesús es el Hijo de Dios, el elegido.
Vengamos ahora al “Día
del seminario”.
Todos
nosotros, creo, vemos con evidencia la falta de sacerdotes en
nuestras parroquias. Y todos sabemos cómo los sacerdotes, en cuanto
colaboradores de los obispos, son necesario e imprescindibles para la
misión de anunciar el evangelio en el mundo. Es cierto que junto a
la escasez de vocaciones al sacerdocio, se deja ver también otra
necesidad grande en nuestras comunidades cristianas, que es la
escasez de seglares cristianos, preparados y comprometidos para
desempeñar actividades de evangelización y de sostenimiento de las
comunidades parroquiales.
Pero en este domingo,
la atención la centramos en las vocaciones al sacerdocio. El lema de
este año es “El seminario misión de todos”.
La raíz profunda del
descenso de la vocaciones sacerdotales se halla en el abandono de la
fe o al menos en la pérdida del vigor de esta fe. Esta misma causa
hace que tampoco abunden las vocaciones a la vida consagrada de
cualquier tipo o que los seglares, hombres y mujeres, los matrimonios
y familias verdaderamente cristianas sean cada vez más
excepcionales.
Podemos analizar causas
y buscar explicaciones, pero lo primero y fundamental es lo que dice
Jesús, que contemplado la multitud que le seguía, sintió compasión
de ella, porque las veía como ovejas que no tiene pastor. Entonces
dijo: “La mies es mucha y los obreros
son pocos. Rogad al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies”.
Lo primero, pues, y lo
más esencial es la oración. Esto lo podemos hacer todos, y más,
debemos hacer todos. Y además la tarea que queda manifiesta ante la
escasez de vocaciones: Revitalizar las comunidades cristianas, todas,
Todos somos miembros en un grado o en otro de una comunidad de fe, de
una parroquia, de una familia cristiana. A todos los implica la
responsabilidad de vivir con ilusión, con alegría, con coherencia
la fe cristiana. Y desde ahí, crear un clima, un ambiente donde se
pueda ver como una vocación, como un don precioso de Dios, la
vocación sacerdotal.
Ofrezcamos ahora esta
eucaristía y que ella nos impulse a asumir nuestra responsabilidad.
Porque el “Seminario es misión de todos”.