-Textos:
-Is 52,13-53,12
-Sal 30,
2.6.12-13.15-17.25
-Heb 4, 14-16; 5, 7-9
-Jn 18, 1-19,42
“Él tomó el
pecado de muchos e intercedió por los pecadores”
Hemos venido, mejor,
hemos sido convocados por Dios para escuchar la pasión y muerte de
Jesús; estamos invitados a poner los ojos fijos en la cruz de
Jesús. ¡La sabiduría de la cruz! ¿Qué aprendemos contemplando al
Crucificado?
Silencio, oración.
Contemplar a Jesús, mirarle con amor y mirarle con fe.
“¿A quién
buscáis? –A Jesús el Nazareno.- Yo soy”. “Yo soy”. El
nombre que Dios se dio a sí mismo ante Moisés, cuando la zarza
ardiente y muchas veces. Lo escuchamos en boca de Jesús. Acosado, a
punto de ser detenido. Pero en sus palabras descubrimos su soberana y
divina majestad. No lo vamos a olvidar en todo su proceso. Es él, el
hijo de María, hombre y hermano nuestro; es él, Hijo de Dios, que
viene de Dios y va al Padre, Sabiduría de Dios encarnada. No sólo
hombre, como quieren algunos, no solo Dios, como quieren otros. Dios
y hombre verdadero, que viene de Dios y vuelve a Dios, que ama a los
hombres hasta dar la vida por nosotros.
“No lo soy”.
Ante el “Yo soy” de Jesús,
resuena otra frase contrastante y penosa de Pedro: “¿No
eres tú de los discípulos de ese hombre? –“No lo soy”.
¿Cómo pudo Pedro reaccionar así? Él, que había dicho ante todos
los discípulos: “Tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios? Tenía otra idea
sobre el Mesías; quizás también aspiraba a un puesto importante
con Jesús.
Y nosotros, ¿qué
testimonio damos? La novedad y la exigencia de la evangelización
está no tanto en ser maestros, sino testigos. En medio de tanta
gente que se gloria de no creer o de vivir como si Dios no
existiera, ¿cómo es nuestro testimonio? Ante los jóvenes, antes
nuestros hijos, ¿cómo es nuestro testimonio?
Miremos ahora a otro
protagonista de la pasión del Señor. Pilato dice: “Lleváoslo vosotros y crucificarlo, porque yo no encuentro culpa en él”.
Puede decirse una contradicción más palpable? Lo cree inocente,
pero ante el miedo a perder el poder y el prestigio, cede y condena.
Se lava las manos, se inhibe, trata de eludir su responsabilidad, el
resultado, Jesús, el inocente, condenado.
Mirémonos a nosotros
mismos: Nuestra conciencia, nuestras convicciones de fe ¿dónde han
quedado en algunos momentos? Somos tantos bautizados en nuestra
sociedad, pero el ambiente que flota es pagano... Los hijos de la
luz, ¿Qué hemos hacemos con la Luz?
Vengamos, por fin, y
pongamos lo ojos del corazón en Jesús.-“Salió
al sitio llamado “de la calavera”, donde lo crucificaron”.
Condenado, azotado, malherido, desnudo, impotente, moribundo… ¿Qué
siente? ¿Qué le preocupa? ¿Qué hace? Él que ha venido a
instaurar el reinado de Dios, y que se ha declarado Rey…
Jesús crucificado,
¿qué hace? ¿Cuál es su testimonio?: “Ahí tienes a tu Madre”
Jesús, crucificado por nuestros pecados, desde la cruz nos da una
madre, nos da a su Madre. La Madre de Jesús, la Madre, que engendró
al Hijo de Dios, y que engendra a todos los hijos de Dios. María,
Madre de la Iglesia e imagen de la Iglesia, la Iglesia, que nos
engendra en el bautismo a todos los hijos de Dios. Lo que se dice de
María, se dice de la Iglesia, lo que se dice de la Iglesia, se dice
de María. Jesús, crucificado y agonizante a causa de nuestros
pecados, de nuestras injusticias y cobardías, nos da a su Madre, nos
deja la Iglesia.
Y no sólo eso:
“Inclinando la cabeza, entregó su
espíritu”. Nos dio el Espíritu
Santo.
Entregó
su vida hasta la última gota de sangre y entregó el Espíritu
Santo, porque este es el sentido pleno de lo que nos cuenta el
evangelista Juan. En el momento mismo de morir, Jesús hace brotar
el bautismo, sangre y agua, su vida y el Espíritu Santo, que nos
hacen hijos de Dios. En el momento de morir nos da la vida eterna.
Y esta actitud de Jesús
nos da la clave descubrir la Sabiduría de Dios, que es Cristo
Jesús.
Dios cree en el amor,
Dios cree en la fuerza y el poder de su amor, y Jesús cree en el
amor. Jesús cree también en la capacidad de los humanos para
reaccionar y responder al amor de Dios, al amor que él nos tiene.
Ni ejércitos, ni
armas, ni amenazas, ni chantajes, ni mentiras, ni poder ni placer ni
fama ni dinero: Jesús, amor, todo amor, solo amor, amor puro, Amor.
Nos vienen a la mente
las palabras de san Pablo: Los judíos
piden milagros, los gentiles buscan sabiduría, pero nosotros
predicamos a Cristo y Cristo crucificado. Escándalo para los judíos,
necedad para los gentiles, pero para los llamados, judíos o
gentiles, fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la debilidad de
Dios es más fuerte que la fuerza de los hombres y la necedad de Dios
es más sabía que la ciencia de los hombres”.
Hermanos, tarde de
Viernes Santo: oración, silencio; tarde para creer y adorar.