-Textos;
-Hch
13, 14.43-52
-Sal 99,
1b-3.5
-Ap 7,9.
14b-17
-Jn 10, 11-18
“Mis ovejas
escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy celebramos el
domingo del Buen Pastor y también la “Jornada mundial por las
vocaciones”. El lema de esta jornada nos dice: “Di sí
al sueño de Dios”.
La primera lectura de
los Hechos de los apóstoles nos sitúa en un contexto de conflicto,
diversidad de opiniones y persecución. Cuando la fe cristiana la
vivimos de verdad provoca celos irritación y también odio, que en
muchos casos deriva en persecución. El evangelio de Jesús vivido
con fidelidad, con radicalidad y coherencia, choca con muchos modos
de ver la vida.
“¡Ay si todos
hablan bien de nosotros!. Puede ser que vivamos muy al
aire de los valores del mundo. Hemos aguado el evangelio. No podemos
olvidar, hoy en día tenemos en nuestra iglesia católica hermanos
perseguidos, que han muerto a causa de la fe. Recordad los hermanos
de Sir Lanka.
Nos persiguen, pero no
nos desalentamos. Jesucristo es nuestro Pastor, es el Buen Pastor.
Dejadme que os
pregunte: De verdad, ¿Jesucristo es nuestro pastor? ¿Es la persona
decisiva que regula todas las demás decisiones que voy tomando cada
día en mi vida? Hoy es un día para renovar la fe bautismal,
examinar si no nos pueden demasiado los valores del mundo, un día
para reafirmarnos en seguir a Jesús de palabra y con las obras.
Nos ha dicho Jesús en
el evangelio esta mañana: “Mis ovejas escuchan mi voz y
yo las conozco y ellas me siguen”. Tres palabras que
evocan intimidad, amistad, relación estrecha de amor entre Jesús y
los que creemos en Jesús. La fe verdaderamente vivida nos lleva a
una intimidad de corazón entre Jesús y el que cree en Jesús, a una
mutua comunión de vida.
Fijaos lo que acabo de
decir: una mutua comunión de vida. Si Jesús, por la fe, nos
comunica su vida, ¿cuál es su vida? Es la vida de Resucitado, la
que ha vencido a la muerte, la vida misma de Dios, la vida eterna.
¡Cuánto tenemos que ahondar, aprender y asimilar del gran don que
es la fe que recibimos en el bautismo! “El Señor es mi pastor, me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”; sí, me
conduce a las fuentes que dan la vida eterna.
Jesús, el Buen Pastor,
quiso nombrar a algunos discípulos suyos para que hagan presente en
todos los tiempos su función de Pastor. Nos cuenta san Mateo:
“Jesús, al ver a la muchedumbre, se compadecía de
ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, como ovejas que no
tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: “La mies es
abundante, pero los trabajadores son pocos, rogad, pues, al Señor de
la mies que mande trabajadores a su mies”.
Todos vemos con
evidencia palmaria la necesidad que tenemos en nuestra diócesis, y
en toda la Iglesia, de vocaciones nuevas a la vida contemplativa, a
la vida de especial consagración, y, sobre todo, al ministerio
sacerdotal.
Pero no podemos
quedarnos solo en pedir, con ser lo más importante: Las vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada son un fruto y una medida
también del nivel y del temple de fe que tiene una comunidad
cristiana. Donde hay vida cristiana de verdad, surgen siempre
vocaciones.
Por eso la escasez de
vocaciones es una responsabilidad de todos. Y a todos nos atañe
pensar en el lema de esta jornada: “Di sí al sueño de
Dios”.