-Textos:
-Hch 14, 21b-27
-Sal 144, 8-13b
-Ap 21, 1-5ª
-Jn 13, 31-33ª. 34-35
“En esto conocerán
que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros”.
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Agua de mayo,
primavera, tiempo de Pascua, vida nueva. Las hojas tiernas de los
árboles, la hierba frondosa de los ribazos, los trigos que exhiben
ya las espigas en grano…, toda esta vida nos regala la primavera. Y
al mismo tiempo somos testigos de niños que reciben la primera
comunión, adolescentes que acuden a la Iglesia para confirmarse,
matrimonios mayores que celebran sus bodas de oro… Todas estas
alegrías nos la proporciona la Pascua de Jesús. Jesús resucitado
que por medio de su Espíritu, anima nuestra fe, nuestra esperanza y
nuestra caridad.
El evangelio de este
domingo nos propone el mandamiento nuevo y principal de Jesús: “Que
os améis unos a otros; como yo os he amado... En esto conocerán que
sois mis discípulos”.
El evangelista Juan
sitúa este mandato en la Última Cena, cuando es inminente el
prendimiento, la pasión y muerte de Jesús. En ese contexto las
palabras de Jesús tienen el carácter de un testamento solemne e
íntimo. Pero la Iglesia, a través de la liturgia, nos lo vuelve a
proponer en este tiempo pascual, y en este ambiente de Pascua el
mismo mandato de Jesús tiene sobre todo un carácter de encargo
misionero.
Si observamos
atentamente, las manifestaciones de Jesús ante sus discípulos,
después de su resurrección, tienen tres notas características muy
dignas de ser recogidas: la alegría, el don del Espíritu Santo y la
misión. La liturgia de este domingo pone en primer plano el encargo
misionero.
Escuchad bien lo que
nos dice Jesús hoy: “En esto
conocerán todos que sois discípulos míos, si os amáis unos a
otros”. Es en realidad un encargo
misionero, se trata de dar testimonio; de darnos a conocer como
discípulos de Jesús, para que otros se sientan llamados a ser
también discípulos de Jesús. Y para esto hemos de amarnos como él
nos ha amado.
El papa Francisco tiene
una frase gráfica muy afortunada, dice: “El
amor es el “documento de
identidad del cristiano”, es
el único documento válido para ser reconocidos como discípulos de
Jesús: si caduca, renuévalo sin tardar”.
En este domingo de
Pascua, hoy, tenemos la oportunidad de renovar nuestro documento de
identidad cristiano: renovar, reavivar, reforzar, crecer en el amor,
en un amor verdadero y cristiano, es decir, comprometernos a amar
como Jesús nos ama. Así desempeñamos la misión que se nos ha
encomendado: evangelizar, hacer discípulos de Jesús.
Estamos
viviendo la primavera, sí, pero sobre todo, el tiempo de Pascua:
Alegría, don del espíritu Santo, misión, encargo de evangelizar.
Tiempo para oxigenar los pulmones de nuestra fe, tiempo de
ilusionarnos, tiempo de soñar. Y para que estos sueños no queden en
sueños, sino que se traduzcan en obras concretas de amor, de
caridad, de testimonio coherente que convenza y atraiga a otros
prójimos a la fe, la palabra del Apocalipsis en la segunda lectura
confirma y despierta la esperanza que es necesaria e inseparable de
la fe y del amor: Yo, Juan, vi un cielo
nuevo y una tierra nueva… He aquí la morada de Dios entre los
hombres, y morará entre ellos, ellos serán su pueblo, y “Dios con
ellos” será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya
no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor, porque lo primero ha
desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: “Mira, hago
nuevas todas las cosas”.