-Textos:
-Ge
18, 20-32
-Sal 137,
1-3. 6-8
-Col
2, 12-14
-Lc 11, 1-13
“Señor, enséñanos
a orar”.
Queridas hermanas
Benedictinas y queridos hermanos todos:
¿Qué planes hemos
hecho cada uno para este tiempo de verano? ¿Hemos incluido aumentar
el tiempo diario de oración, o hacer unos días de retiro, o buscar
un lugar tranquilo que nos permita entrar dentro de nosotros
mismos...? Qué buen proyecto para el verano, por ejemplo, dar lugar
a encontrarnos de otra manera con la naturaleza, con Dios, con el
prójimo y con nosotros mismos?
Sea como sea, ojalá
esta mañana nos salga del corazón y nos identifiquemos con la
petición de aquel discípulo, que viendo a Jesús orando, le dice:
Señor, enséñanos a orar”.
A Jesús sin duda le
agradó esta petición y le responde con dos propuestas, la primera,
enseñándoles una oración concreta, la segunda, dándonos una
recomendación apremiante.
Esta mañana, a
nosotros, Jesús nos enseña el “Padrenuestro”.
El padrenuestro
contiene la esencia y el espíritu de toda la predicación de Jesús,
es representativa cabal de todo su programa y de su misión. El
padrenuestro revela quién es Dios para los hombres, quién es Jesús
y cuál es su misión; la actividad más fecunda del Espíritu Santo
en nosotros es dar lugar a que los bautizados recemos el
padrenuestro con toda propiedad y con toda verdad.
“El padrenuestro
encierra en sí todo cuanto un cristiano puede pedir para su
salvación”, dice S. Agustín. Es la oración de Jesús, es la
oración de los hijos de Dios. La oración que Dios Padre escucha y
atiende siempre.
La epístola de san
Pedro nos dice que a veces “pedimos mal”, san Pablo en la Carta a
los Romanos dice “que no sabemos pedir como conviene”. Si pedimos
conforme al espíritu que se respira en el padrenuestro, nuestras
peticiones quedan disponibles de la mejor manera, para que Dios Padre
las acepte y las lleve a cumplimiento.
Después de proponer el
padrenuestro, Jesús nos hace una recomendación apremiante:
Nos dice: “Pedid
y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; y
sigue con sorprendente insistencia:
“Porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que
llama se le abre.”.
Dos
enseñanzas subyacen en esta recomendación tan insistente de Jesús:
La primera habla de Dios: Dios, nuestro Padre, promete y se
compromete a escuchar nuestras súplicas; y no sólo a escucharlas,
sino a llevarlas a efecto y cumplirlas. La segunda se dirige a
nosotros: Debemos pedir con insistencia y con perseverancia.
En resumen, Jesús nos
enseña que no nos cansemos de pedir y de orar, y sobre todo, que
pidamos confiando plenamente en Dios, que es padre nuestro, es fiel,
nos ama y que ha prometido escucharnos.
Ahora, en la
eucaristía, vamos a tener la oportunidad de rezar el padrenuestro en
el ámbito más adecuado, en comunidad, y para disponernos a lo
mejor, recibir a Jesús.