domingo, 7 de julio de 2019

DOMINGO XIV T.O. (C)


-Textos:

       -Is 66, 10-14c
       -Sal 65, 1-3a. 16 y 20
       -Ga 6, 14-18
       -Lc 10, 1-12.17-20

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,… alegraos de su alegría”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Sin duda que algunos habréis dicho: ¡“Qué bien viene esta primera lectura para Pamplona y sus “sanfermines”! “Festejad a Pamplona, gozad con ella, alegraos de su alegría”.

¡Cuántas ocasiones y motivos para la alegría encontramos en estas fiestas de San Fermín” Y ¡qué variados, diferentes y hasta contradictorios! Aquellos claramente religiosos y también de color costumbrista: Misa, procesión, desfile de autoridades, bandas de música, txistus y acordeones, espectáculos taurinos, reuniones de amigos… Y otros, también sanfermineros, pero de muy distinto signo, vermut, champán, vino, beber y fumar y probar de todo; con medida y a veces sin media.

Todos conocemos que hay muchas ofertas de alegría en el mundo. Y todos tenemos experiencia de haber acudido a fuentes de alegría falsa o pasajera, que son como aljibes agrietados que la sed no sacian.

En sanfermines y fuera de ellos todos queremos ser felices y vivir alegres.

¿Podemos nosotros, esta mañana encontrar en la Palabra de Dios criterios para una verdadera alegría? Sí, Dios goza con la alegría de sus criaturas, y Dios es fuente de la verdadera alegría.

En la primera lectura, el profeta Isaías levanta los ánimos de los habitantes de Jerusalén: “Festejad a Jerusalén, gozad con ella…Porque yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz… como a un niño a quien su madre consuela, os consolaré yo”.

Pero, sobre todo, Dios, nos da en Jesucristo el criterio y la fuente para la verdadera alegría. Jesucristo nace en Belén y brota la verdadera alegría: Os anuncio una buena noticia, que será de gran alegría para todo el pueblo (Lc 2, 10), dice el ángel a los pastores. Y al término de su paso por este mundo, Jesús victorioso y resucitado devuelve la alegría a sus discípulos: “Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20, 20)

Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”, nos dijo el papa Francisco al comienzo de su pontificado (GE. 1).

Como cristianos, tenemos un criterio cierto y seguro para descubrir la verdadera alegría: Nos lo dice san Pablo: “Alegraos siempre en el Señor, os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca”. Fil 4, 4-5.

Si Jesucristo es fuente de nuestra alegría y la fuente de todas nuestras alegrías, nosotros podremos ser fuente de alegría de la buena para los demás.

El evangelio de esta mañana tiene un tono apremiante y fuertemente misionero: “La mies es abundante y los obreros pocos; rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino!

Nuestra sociedad quiere ser feliz y busca alegrías: Si de verdad, nuestra alegría mana de Cristo, ya sabemos cuál es nuestra misión y nuestro testimonio: “Si entráis en una ciudad y os reciben… curad a los enfermos que hay en ellas y decidles: “El Reino de Dios ha llegado a vosotros”; “Alegraos siempre en el Señor”; “Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.