-Textos:
-Is 66, 10-14c
-Sal 65, 1-3a. 16 y 20
-Lc 10, 1-12.17-20
“Festejad a
Jerusalén, gozad con ella,… alegraos de su alegría”.
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Sin duda que algunos
habréis dicho: ¡“Qué bien viene esta primera lectura para
Pamplona y sus “sanfermines”! “Festejad a Pamplona, gozad con
ella, alegraos de su alegría”.
¡Cuántas ocasiones y
motivos para la alegría encontramos en estas fiestas de San Fermín”
Y ¡qué variados, diferentes y hasta contradictorios! Aquellos
claramente religiosos y también de color costumbrista: Misa,
procesión, desfile de autoridades, bandas de música, txistus y
acordeones, espectáculos taurinos, reuniones de amigos… Y otros,
también sanfermineros, pero de muy distinto signo, vermut, champán,
vino, beber y fumar y probar de todo; con medida y a veces sin media.
Todos conocemos que hay
muchas ofertas de alegría en el mundo. Y todos tenemos experiencia
de haber acudido a fuentes de alegría falsa o pasajera, que son como
aljibes agrietados que la sed no sacian.
En sanfermines y fuera
de ellos todos queremos ser felices y vivir alegres.
¿Podemos nosotros,
esta mañana encontrar en la Palabra de Dios criterios para una
verdadera alegría? Sí, Dios goza con la alegría de sus criaturas,
y Dios es fuente de la verdadera alegría.
En la primera lectura,
el profeta Isaías levanta los ánimos de los habitantes de
Jerusalén: “Festejad a Jerusalén,
gozad con ella…Porque yo haré derivar hacia ella, como un río,
la paz… como a un niño a quien su madre consuela, os consolaré
yo”.
Pero, sobre todo, Dios,
nos da en Jesucristo el criterio y la fuente para la verdadera
alegría. Jesucristo nace en Belén y brota la verdadera alegría: Os
anuncio una buena noticia, que será de gran alegría para todo el
pueblo (Lc 2, 10), dice el ángel a
los pastores. Y al término de su paso por este mundo, Jesús
victorioso y resucitado devuelve la alegría a sus discípulos: “Y
los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn 20,
20)
“Con Jesucristo
siempre nace y renace la alegría”, nos dijo el papa Francisco al
comienzo de su pontificado (GE. 1).
Como cristianos,
tenemos un criterio cierto y seguro para descubrir la verdadera
alegría: Nos lo dice san Pablo: “Alegraos
siempre en el Señor, os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la
conozca todo el mundo. El Señor está cerca”. Fil 4, 4-5.
Si Jesucristo es fuente
de nuestra alegría y la fuente de todas nuestras alegrías, nosotros
podremos ser fuente de alegría de la buena para los demás.
El evangelio de esta
mañana tiene un tono apremiante y fuertemente misionero: “La
mies es abundante y los obreros pocos; rogad al dueño de la mies que
envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino!
Nuestra sociedad quiere
ser feliz y busca alegrías: Si de verdad, nuestra alegría mana de
Cristo, ya sabemos cuál es nuestra misión y nuestro testimonio: “Si
entráis en una ciudad y os reciben… curad a los enfermos que hay
en ellas y decidles: “El Reino de Dios ha llegado a vosotros”;
“Alegraos siempre en el Señor”;
“Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.