domingo, 14 de julio de 2019

DOMINGO XV T.O. (C)


-Textos:
 
       -Dt 30, 10-14
       -Sal 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37
       -Co 1, 15-20
       -Lc 10, 25-37

Anda y haz tú lo mismo”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy, domingo, coincide con el último día de los “sanfermines”. Algunos, amantes de la fiesta, apurarán las horas hasta las doce de la noche para entonar el “Pobre de mí”.

Nosotros, aquí, venimos a celebrar el domingo, queremos escuchar la palabra de Dios y salir con fuerza espiritual y alegría a recorrer el camino del verano.

Anda y haz tú lo mismo”. La parábola del “Buen samaritano” es sumamente aleccionadora, clara e incisiva. No querría desvirtuarla con mi comentario.

Pero voy a empezar por la primera parte del evangelio: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna”.

Hermanos, ¿pensamos en la vida eterna? La vida eterna es la meta del camino y de la carrera que estamos recorriendo en esta vida. Es el regalo de Dios más precioso. Es vivir la comunión de vida y de amor con Dios y con todos los santos, es la felicidad plena, a la que aspira el deseo más profundo de nuestro corazón.

Nuestra meta es la vida eterna. Esta esperanza llena de alegría nuestras alegrías y nos da fuerza para soportar nuestras penas y sufrimientos.

Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna”- Jesús respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza y con toda tu mente. Y al prójimo como a ti mismo”.

Esta es la respuesta de Jesús para el camino de la vida, para el camino de la vida eterna, para el camino en el que estamos todos matriculados, camino que nos lleva al éxito seguro y feliz. El camino ancho de una libertad entendida como hacer lo que a mí me sale, de comprometerme y descomprometerme cuando a mí me parece, sin atarme ni a Dios ni a los derechos de los demás, no es camino de vida ni de felicidad, y mucho menos, camino de vida eterna.

¿Y quién es mi prójimo?”. Mi prójimo es mi hermano necesitado, mi hermana necesitada, que aparece inesperadamente en mi vida. No tiene por qué ser pariente, ni tener mi fe ni mi color; basta que sea persona, persona humana, criatura de Dios. Está necesitado, me lo he encontrado en mi camino: ese es mi prójimo.

Pero antes de terminar, dejemos que Jesús de vuelta a la cuestión y nos pregunte: “¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?” Nosotros respondemos sin dudar: -“El que practicó misericordia con él”.

Efectivamente, prójimo es el necesitado, pero prójimos tenemos que hacernos nosotros, todos y cada uno, acercarnos nosotros a la persona necesitada, sea quien sea; acercarnos a ella y actuar con misericordia y amor real y efectivo. Como lo hacía Jesús. Y lo sigue haciendo.
Hermanas y hermanos todos, ya tenemos programa para el verano: “Anda y haz tú lo mismo”.