-Textos:
-2 Re 5,
14-17
-Sal 97,
1b-4
-2 Tim 2,
8-13
-Lc 17,
11-19
“¿No
han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están?
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos?
Permitidme,
para comenzar, una pregunta: ¿Qué modo de orar predomina en vuestra
relación con Dios: la petición o la acción de gracias? La petición
es perfectamente legítima, pero la acción de gracias es la más
propia de los creyentes con fe cristiana. “Verdaderamente es justo
y necesario darte gracias siempre y en todo lugar”, decimos al
comienzo de la plegaria eucarística.
Y me
permito todavía una pregunta más, que yo me hago a mí mismo: En
vuestra vida de fe, ¿qué predomina más; cumplir los deberes para
con Dios, o confiar en Dios, en Jesucristo, y cultivar una relación
de amistad con él? El evangelio de esta mañana nos lleva también a
esta reflexión.
Recordemos
brevemente: Los diez leprosos piden a Jesús que los cure, y Jesús
les dice: “Id
a presentaros al sacerdote”.
Los diez obedecen la norma que les da Jesús y, mientras van de
camino, antes de llegar al sacerdote, quedan curados de su enfermedad
física, de la lepra. Nueve de ellos ven lógico que Jesús les mande
ir al sacerdote, así decía la ley. Ellos ponen la atención en la
ley y en cumplir la ley.
Uno,
sin embargo, que no es judío, descubre a Jesús. Entiende que es de
Jesús de quien sale el poder que sana y salva. Deja de lado el ir
hasta el sacerdote, y, dice el evangelio, “se volvió
alabando a Dios a grandes gritos, y se postró a los pies de Jesús,
rostro en tierra, dándole gracias”.
Su
actitud no es solo un acto de humildad, sino de adoración. Reconoce
que Jesús es mucho más que un curandero, mucho más incluso que un
maestro de la ley; en la persona de Jesús descubre la presencia de
Dios, y lo adora. Él cae en la cuenta de que no es la ley lo que le
ha curado, sino Jesús, la persona misma de Jesús. Es Jesús quien
salva.
Él
ha obedecido a la orden de Jesús, se puso en camino como los otros
nueve, pero dio preferencia a la persona de Jesús: primero Jesús,
reconocerle, agradecerle, después, lo que él diga. Y, ¿qué dice
Jesús?: “Levántate,
vete. Tu fe te ha salvado”.
Hermanas y
hermanos: La persona de Jesús, el encuentro personal con él,
reconocerle, agradecerle es lo primero, y lo principal. Cuidar la fe,
pedirla, ponerla en práctica. La práctica de la moral, de las
obligaciones y las leyes sin el impulso, sin el fuego ardiente de la
fe, son una pesada carga que nos agota y nos tienta al abandono. La
Ley de Dios, las bienaventuranzas, las exigencias de Jesús, desde
una fe firme, agradecida, que nos llena de confianza en Jesucristo,
en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, son un camino de
luz, de alegría y de plenitud de sentido, que entraña esfuerzo y
sacrificio ciertamente, pero que no cansa ni entristece, sino que se
cumple con paz y alegría.
Hermanos,
vengamos a la eucaristía, a la acción de gracias, adoremos a Jesús
en el altar, y sintamos que él nos sale al encuentro para decirnos:
“Levántate,
sal a la calle, tu fe te ha salvado”