domingo, 20 de octubre de 2019

DOMINGO XXIX T.O.(C) DOMUND


-Textos:

       -Ex 17, 8-13
       -Sal 120, 1b-8
       -2Tim 3, 14-4,2
       -Lc 18, 1-8

Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante Él día y noche?” “Bautizados y enviados”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy es domingo, día del Señor, pero es un domingo especial, domingo del DOMUND, y esto, dentro del mes especialmente misionero que ha promovido el papa Francisco.

Él piensa, primero, en aquellos países que no tienen historia y tradición cristiana, antes llamábamos paganos, y piensa también en los países nuestros del mundo Occidental, que tenemos una larga historia y profunda cultura cristiana, pero que ahora se están descristianizando. Piensa también en los misioneros y misioneras que han dejado casa, padres y hermanos y hermanas y está anunciando el evangelio y contribuyendo a la promoción humana en países lejanos y en culturas muy diferentes a la nuestra.

Ante esta situación con tantos frentes, tan amplios y tan complejos que se plantean a la misión de la Iglesia, el papa quiere sacudir y avivar la conciencia y la responsabilidad misionera de todo el pueblo cristiano, y ha lanzado la consigna: “Bautizados y enviados”.

Este binomio es inseparable, hemos sido bautizados para ser enviados. Nuestra Iglesia ha sido fundada para la misión. Jesucristo llamó a los primeros discípulos y los fue preparando a lo largo de su vida pública para enviarlos a la misión. El evangelista Mateo termina su evangelio con el mandato de Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”.

Jesucristo nos ha llamado y ha tenido a bien atraernos hacia sí, para enviarnos a la misión de evangelizar. “Bautizados y evangelizados”. Tenemos que pensarlo muy bien y examinarnos sobre nuestra vocación cristiana y muestra misión en esta vida.

El drama y la tragedia de los cristianos de Occidente en estos tiempos es que no sólo hemos perdido en buena parte el temple misionero, sino que incluso muchos de los que han sido bautizados, han abandonado la fe. Los que hemos llevado hasta hace muy poco años el evangelio por el mundo entero, ahora necesitamos ser evangelizados. La tarea de evangelizar la tenemos en casa. Esta realidad debe sacudir nuestra conciencia.

Pero no puede ser excusa para encerrarnos en nuestras viejas iglesias de tan rica tradición, pero inmersas y contagiadas por una sociedad individualista y opulenta. Escuchemos la voz del Espíritu Santo que nos llega de las iglesias jóvenes, muchas de ellas pobres materialmente pero ricas en la fe.

Ellas acogen el evangelio de Jesús como respuesta a su más hondo sentimiento religioso y como experiencia de liberación y de libertad. Algunas de ellas están sufriendo persecución y martirio.

Hermanas y hermanos:¡Meditemos! Somos familia de mártires: Ahora mismo, miembros de nuestra Iglesia, de nuestra familia de fe, están siendo perseguidos y martirizados. Y nosotros, ¿qué fe vivimos? ¿Dónde tenemos el impulso misionero?

El evangelio de hoy nos pide que oremos. Es lo primero. Que oremos para que la evangelización se extienda más y más a todo el mundo; pidamos para que nosotros, los bautizados de esta sociedad occidental y opulenta despertemos y recobremos la dimensión misionera de nuestra vocación cristiana, y cumplamos con nuestra misión esencial de transmitir la fe. Pidamos por aquellas comunidades cristianas perseguidas y por sus perseguidores. ¡Queda tanto por hacer a la hora de impregnar el mundo con la savia del evangelio! Recordemos: “Bautizados y enviados”.