-Textos:
-Ex
17, 8-13
-Sal
120, 1b-8
-2Tim
3, 14-4,2
-Lc
18, 1-8
“Dios,
¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante Él día y noche?”
“Bautizados y enviados”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy
es domingo, día del Señor, pero es un domingo especial, domingo del
DOMUND, y esto, dentro del mes especialmente misionero que ha
promovido el papa Francisco.
Él
piensa, primero, en aquellos países que no tienen historia y
tradición cristiana, antes llamábamos paganos, y piensa también en
los países nuestros del mundo Occidental, que tenemos una larga
historia y profunda cultura cristiana, pero que ahora se están
descristianizando. Piensa también en los misioneros y misioneras que
han dejado casa, padres y hermanos y hermanas y está anunciando el
evangelio y contribuyendo a la promoción humana en países lejanos y
en culturas muy diferentes a la nuestra.
Ante
esta situación con tantos frentes, tan amplios y tan complejos que
se plantean a la misión de la Iglesia, el papa quiere sacudir y
avivar la conciencia y la responsabilidad misionera de todo el pueblo
cristiano, y ha lanzado la consigna: “Bautizados
y enviados”.
Este
binomio es inseparable, hemos sido bautizados para ser enviados.
Nuestra Iglesia ha sido fundada para la misión. Jesucristo llamó a
los primeros discípulos y los fue preparando a lo largo de su vida
pública para enviarlos a la misión. El evangelista Mateo termina
su evangelio con el mandato de Jesús: “Id,
pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… Y sabed que yo
estoy con vosotros todos los días hasta el final de los tiempos”.
Jesucristo
nos ha llamado y ha tenido a bien atraernos hacia sí, para enviarnos
a la misión de evangelizar. “Bautizados
y evangelizados”. Tenemos
que pensarlo muy bien y examinarnos sobre nuestra vocación cristiana
y muestra misión en esta vida.
El
drama y la tragedia de los cristianos de Occidente en estos tiempos
es que no sólo hemos perdido en buena parte el temple misionero,
sino que incluso muchos de los que han sido bautizados, han
abandonado la fe. Los que hemos llevado hasta hace muy poco años el
evangelio por el mundo entero, ahora necesitamos ser evangelizados.
La tarea de evangelizar la tenemos en casa. Esta realidad debe
sacudir nuestra conciencia.
Pero
no puede ser excusa para encerrarnos en nuestras viejas iglesias de
tan rica tradición, pero inmersas y contagiadas por una sociedad
individualista y opulenta. Escuchemos la voz del Espíritu Santo que
nos llega de las iglesias jóvenes, muchas de ellas pobres
materialmente pero ricas en la fe.
Ellas
acogen el evangelio de Jesús como respuesta a su más hondo
sentimiento religioso y como experiencia de liberación y de
libertad. Algunas
de ellas están sufriendo persecución y martirio.
Hermanas y
hermanos:¡Meditemos! Somos familia de mártires: Ahora mismo,
miembros de nuestra Iglesia, de nuestra familia de fe, están siendo
perseguidos y martirizados. Y nosotros, ¿qué fe vivimos? ¿Dónde
tenemos el impulso misionero?
El
evangelio de hoy nos pide que oremos. Es lo primero. Que oremos para
que la evangelización se extienda más y más a todo el mundo;
pidamos para que nosotros, los bautizados de esta sociedad occidental
y opulenta despertemos y recobremos la dimensión misionera de
nuestra vocación cristiana, y cumplamos con nuestra misión esencial
de transmitir la fe. Pidamos por aquellas comunidades cristianas
perseguidas y por sus perseguidores. ¡Queda tanto por hacer a la
hora de impregnar el mundo con la savia del evangelio! Recordemos:
“Bautizados y enviados”.