Textos:
-Mal
3, 19-20ª
-Sal
97, 5-9
-2Tes
3, 7-12
-Lc
21, 5-19
“Con
vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Estamos
a punto de acabar el año litúrgico. El próximo domingo, fiesta de
Cristo Rey, será el último domingo del año; después, entramos ya
en el adviento como preparación para la Navidad.
En
estos días finales del año, la liturgia nos habla del final del
tiempo y de la historia. Este mundo se acabará para dar lugar a que
se despliegue el mundo nuevo del Reino de Dios. Pero en el
entretiempo van a pasar muchas cosas.
En
el evangelio de hoy vemos que Jesucristo, a propósito de anunciar lo
que va suceder con el magnífico templo de Jerusalén, predice
también lo que va suceder en el mundo material y en la historia
concreta que está viviendo la humanidad.
La
verdad es que estas predicciones son muy poco halagüeñas. Pero
comprobamos que no predice cosas y acontecimientos muy distintos de
los que han ocurrido a lo largo de la historia y están ocurriendo
ahora, en el presente: “Se
alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes
terremotos y en diversos países hambres y pestes”. Y
otro aspecto lamentable de nuestra historia, la persecución contra
los seguidores de Jesús: “Os
echará mano, os perseguirán…
y os odiarán
a causa de mi nombre”.
Pero
en medio de esta selva amenazante, llena de sucesos tristes, Jesús
enseñó a sus discípulos, y nos enseña a nosotros, a afrontar
nuestro mundo con serenidad, confianza y esperanza.
En
primer lugar, él, Jesús, está con nosotros, en este mundo, en esta
historia, como defensor y garante de nuestra victoria: “Yo
os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni
contradecir ningún adversario vuestro”.
Nos viene a la memoria otras palabras suyas a Pedro en otro contexto:
“Edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella”.
Otra
palabra iluminadora, que no podemos pasar inadvertida: “Esto
servirá de ocasión para dar testimonio”.
Jesús nos invita a adoptar ante la historia una postura militante,
misionera y constructiva; no podemos quedar ni pasivos ni asustados.
Las calamidades naturales, las guerras, las enfermedades, el hambre,
la injusticia y también las persecuciones religiosas, no son solo
hechos lamentables, son oportunidades de gracia, llamadas del Señor
a la misión:
“Esto os servirá de ocasión,
dice el Señor,
para dar testimonio”.
Y
una tercera palabra, que todos hemos acogido con alivio, y que por
ser el broche final del evangelio, se nos ha grabado profundamente:
“Pero ni un
cabello de vuestra cabeza perecerá, con vuestra perseverancia
salvaréis vuestras almas”. En
medio de las contradicciones, perseverar firmes en la fe y firmes en
el cumplimiento de los mandamientos de Dios y en las consignas de
nuestro Señor Jesús.
En
el corazón de la plegaria eucarística vamos a encontrar ahora
mismo el manantial de nuestra esperanza, cuando recemos: “Al
celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su
admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su
venida gloriosa te ofrecemos, en esta acción de gracias, el
sacrificio vivo y santo”.