-Textos:
-2
Sam 5, 1-3
-Sal
121, 1b-2. 4-5
-Col
1, 12-20
-Lc
23, 35-43.
“Jesús,
acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy,
último domingo del año litúrgico, el próximo domingo comenzamos
el adviento. En este domingo celebramos la fiesta de Jesucristo Rey
del Universo.
En
medio de una sociedad en que tantos viven como si Dios no existiera,
convencidos de que olvidados de Dios se evitan problemas de
conciencia, se siente cada individuo más libre, nosotros proclamamos
a Jesucristo Rey del universo, y rey de nuestros corazones y rey de
nuestro diario vivir.
Ponemos
los oídos atentos y la fe despierta para contemplar el precioso
himno que san Pablo escribe al comienzo de la carta a los Colosenses:
Jesucristo es Rey del universo por quien Dios ha querido reconciliar
consigo a todos los seres del cielo y de la tierra; Jesucristo es el
primogénito de toda criatura, el primero en todo, y en quien se
mantiene todo. Estaba junto a Dios, creador del universo, y vino al
mundo para liberarnos del pecado y de la muerte.
Dejamos
que la mente y el corazón se empapen de la contemplación de este
retrato de Jesús, para terminar haciendo un acto de fe: Sí,
Jesucristo es Rey en el cielo y en la tierra y es el Rey de mi vida;
creo y le sigo porque él es “el
camino, la verdad y la vida”,
y sé que
“quien le sigue no anda en tinieblas”.
Jesucristo,
Rey y Señor de mi vida, libera mi libertad, para que yo me
enseñoree de mí mismo, sea dueño y señor de mi vida. Otros reyes
falsos, que no son reyes sino tiranos y explotadores, pretenden
dirigir la vida de las personas a precio de empeñar su libertad:
sexo, droga, placer, imagen, ofrecen libertad y felicidad, pero crean
adición, dependencia y esclavitud.
Solo
Jesucristo es rey que reina precisamente liberando la libertad de
cada uno de los que creemos en él y le seguimos. Porque él por su
muerte y resurrección ha vencido a la muerte y al pecado, y así, Él
reina precisamente dándonos su Espíritu, para que nosotros podemos
igualmente vencer al pecado y alcanzar la vida que no muere, la vida
eterna. Jesucristo es Rey de nuestro corazón y da lugar a que
nosotros podamos ser reyes y señores de nosotros mismos.
Pero
Jesucristo es Rey desde la cruz. “Hacían
muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado que se salve a sí
mismo”.
Desde
la cruz, Jesús disipa toda ambigüedad. No reina por la fuerza de
las armas, ni sobornando con dinero, ni haciendo promesas imposibles.
Él gobierna desde la cruz, obedeciendo por amor a Dios, su Padre, y
dando la vida por nosotros, y por amor a nosotros. Jesucristo ha
apostado por el amor. Él revela y afirma que el amor vence al mundo,
y él apuesta por el amor para ganar nuestros corazones, sin coartar
nuestra libertad.
Así
nos enseña a todos los que le seguimos cómo hemos de vivir para ser
señores de nosotros mismos, colaboradores con nuestros hermanos y
co-creadores con Dios de un mundo nuevo, donde reine la paz, la
justicia, el amor y la verdad.