Textos:
-Is. 60, 1-6
-Sal. 71, 1-2.7-13
-Ef. 3, 2-3. 5-6
-Mt. 2, 1-12
“¡Levántate,
brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!”
Queridas hermanas y queridos
hermanos todos: Así, con este grito de ánimo y alegría comienza la primera
lectura; así, hemos comenzado también la celebración en esa jubilosa y apacible
melodía gregoriana que nos han cantado las hermanas.
El misterio de la Epifanía es el misterio
de la Navidad, es el misterio de la manifestación del Señor tal como lo
descubre la Iglesia ,
que escucha la Palabra
de Dios, abre los ojos de la fe y queda deslumbrada y henchida de gozo por lo que ha ocurrido en
el portal de Belén.
Los motivos de esta alegría
son dos: Jesús es el Mesías, el Salvador y, segundo, es Mesías y Salvador de
todos, judíos y paganos y de la humanidad entera.
Jesús es, sin duda alguna, el
Mesías y Salvador de todos los pueblos. Esto nos lo muestra San Mateo contándonos el relato de los Magos de
Oriente. Según la creencia popular, el nacimiento de un personaje importante
iba unido al nacimiento de una estrella. Por eso Mateo relata con detalle el
pasaje de los Magos, que investigan en la noche, ven la estrella, se ponen en
camino, la siguen y llegan a Jerusalén y luego a Belén. Allí, en Belén, estos
Magos paganos llegan a descubrir que el Niño no es sólo un personaje
importante, sino que es el Mesías y salvador de todos los pueblos.
Pero la personalidad y el
misterio de Jesús queda demostrada por su nacimiento en Belén. Jesús nació en
Belén, y estaba predicho que el Mesías tenia que ser de la estirpe de David y
nacer en la pequeña, pero regia ciudad
de Belén.
Todavía Mateo nos dice algo
más y más sorprendente: La gente importante, las autoridades civiles y
religiosas y, en general, el pueblo de Israel rechaza a su Mesías; mientras que
los paganos, representados en los Magos, lo reconocen y lo adoran.
Podemos pensar en el miedo de Herodes a perder el poder, o en
la ofuscación de los jefes religiosos imaginando un Mesías restaurador del esplendor
antiguo del templo o en el pueblo llano
esperando un líder político que empuñe las armas contra los dominadores. Lo
cierto es que mientras Herodes y Jerusalén se turban y se ponen nerviosos ante
la noticia de nacimiento de Jesús, los paganos experimentan una gran alegría y
lo reconocen como Rey de los judíos.
Ante estas enseñanzas claras
e interpelantes del evangelio de hoy,
bien podemos extraer algunas aplicaciones:
Hoy somos invitados, en
primer lugar a un acto de fe: Jesús es realmente el enviado de Dios para salvar
el mundo; él ha vencido a la muerte y al pecado, él es el camino, la verdad y
la vida.
En segundo lugar, hoy somos
invitados a un acto de adoración: la criatura que ha nacido de las entrañas de la Virgen María en Belén es Hijo de Dios, es Dios de Dios,
luz de luz. Los Magos nos muestran la
postura adecuada ante él: adorarle a él, reconocerle, amarle y obedecerle. El
es nuestro Dios; se ha hecho hombre, porque nos ama, nosotros creemos y lo
adoramos.
En tercer lugar: hoy somos invitados a dar testimonio de nuestra
fe y a anunciar a todos que Dios existe, que Dios está presente entre nosotros,
que tiene un rostro humano que es Jesús y que nos ha propuesto un programa de
vida, el evangelio, que es el alma que puede animar la verdadera convivencia en
este mundo y conseguirnos la vida eterna.