domingo, 1 de marzo de 2020

DOMINGO I DE CUARESMA (A)


-Textos:

          -Ge 2, 7-9; 3, 1-7
          -Sal 50, 3-6a. 12-13. 14 y 17
-Rm 5, 12-19
-Mt 4, 1-11

Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy, y con la celebración de esta eucaristía en la que escuchamos el evangelio de las tentaciones de Jesús, comenzamos oficial y litúrgicamente la cuaresma. Tiempo de gracia y de conversión, camino hacia la pascua. Sí, en este tiempo podemos crecer en la fe, en la esperanza y en la caridad.

La cuaresma es un tiempo propicio para evaluar nuestra vida, nuestras relaciones con Dios y con nuestros hermanos. “Si hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis el corazón”. Depende de cómo vivamos este tiempo rico en gracias y llamadas de Dios, para que lleguemos a la Pascua y nos sintamos más libres, más convencidos en nuestra fe, más aclarados sobre lo que debemos hacer, más disponibles y generosos para ayudar y hacer felices a los que viven con nosotros.

Y, ¿qué podemos hacer para aprovechar este tiempo de gracia de Dios?
Mirar a Jesús, escuchar a Jesús y seguir su ejemplo. “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios “.

Jesús hoy va al desierto obedeciendo al Espíritu Santo. “Te llevaré al desierto y te hablaré al corazón”, dice Dios en el libro del Deuteronomio. “Te llevará al desierto para saber lo que hay en tu corazón”.

En cuaresma tenemos que hacer un plan de vida propio y específico. Dedicar tiempo para la oración, para escuchar a Dios, que nos habla continuamente, pero que el ajetreo de la vida, nos impide escucharlo.

En la cuaresma, Dios nos invita a ver lo que hay en el corazón, para caer en la cuenta de las intenciones, los sentimientos, los motivos buenos y malos, reconocidos o no reconocidos que bullen dentro de nosotros, y que nos mueven a actuar. Unas veces actuamos bien, y otras veces hacemos cosas, que ni sabemos explicar por qué las hemos hecho.

De la mano de Jesús vamos al desierto de la cuaresma. Necesitamos parar, cambiar un poco el ritmo, dar lugar a momentos de silencio, momentos de oración más intensos que lo normal.

Jesús fue al desierto obedeciendo al Espíritu Santo, pero en el desierto encontró al demonio que lo tentaba. Lo que sucedió a Jesús es una metáfora de la vida. Puede que nosotros, si nos disponemos a pensar y a hacer oración, descubramos que la vida es una tentación constante a hacer el bien o a hacer el mal.

El demonio, padre de la mentira, y que engañó a Adán y Eva en el principio del mundo, tienta a Jesucristo para que realice su misión en el mundo con criterios y métodos del mundo: adquirir fama con milagros espectaculares, convertir las piedras en pan, tirarse del templo sin hacerse daño (Jesucristo solo hizo milagros para ayudar a personas necesitadas); y sobre todo, adquirir mucho poder, y muchas riquezas.

Pero “donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia”. Jesucristo derrota al demonio. La respuesta de Jesús en las tres tentaciones la podemos resumir en una sola: “Yo voy a cumplir mi misión en la vida haciendo solo y siempre la voluntad de mi Padre Dios”.

Hermanas y hermanos todos: Ya tenemos la consigna de Jesucristo para esta cuaresma y para toda la vida: siempre, solo y en todo la voluntad de Dios. “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás”.

Y al llegar a este punto final permitidme una pregunta: ¿Creemos de verdad que en hacer siempre, solo, y en todo la voluntad de Dios está el éxito de nuestra vida y nuestra felicidad?