-Textos:
-Ge
2, 7-9; 3, 1-7
-Sal 50, 3-6a. 12-13. 14 y 17
-Rm 5, 12-19
-Mt
4, 1-11
“Al
Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy, y
con la celebración de esta eucaristía en la que escuchamos el
evangelio de las tentaciones de Jesús, comenzamos oficial y
litúrgicamente la cuaresma. Tiempo de gracia y de conversión,
camino hacia la pascua. Sí, en este tiempo podemos crecer en la fe,
en la esperanza y en la caridad.
La
cuaresma es un tiempo propicio para evaluar nuestra vida, nuestras
relaciones con Dios y con nuestros hermanos. “Si hoy
escucháis la voz del Señor, no endurezcáis el corazón”.
Depende de cómo vivamos este tiempo rico en gracias y llamadas de
Dios, para que lleguemos a la Pascua y nos sintamos más libres,
más convencidos en nuestra fe, más aclarados sobre lo que debemos
hacer, más disponibles y generosos para ayudar y hacer felices a
los que viven con nosotros.
Y, ¿qué
podemos hacer para aprovechar este tiempo de gracia de Dios?
Mirar a
Jesús, escuchar a Jesús y seguir su ejemplo. “No solo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de
Dios “.
Jesús
hoy va al desierto obedeciendo al Espíritu Santo. “Te llevaré al
desierto y te hablaré al corazón”, dice Dios en el libro del
Deuteronomio. “Te llevará al desierto para saber lo que
hay en tu corazón”.
En
cuaresma tenemos que hacer un plan de vida propio y específico.
Dedicar tiempo para la oración, para escuchar a Dios, que nos habla
continuamente, pero que el ajetreo de la vida, nos impide escucharlo.
En la
cuaresma, Dios nos invita a ver lo que hay en el corazón, para caer
en la cuenta de las intenciones, los sentimientos, los motivos buenos
y malos, reconocidos o no reconocidos que bullen dentro de nosotros,
y que nos mueven a actuar. Unas veces actuamos bien, y otras veces
hacemos cosas, que ni sabemos explicar por qué las hemos hecho.
De la
mano de Jesús vamos al desierto de la cuaresma. Necesitamos parar,
cambiar un poco el ritmo, dar lugar a momentos de silencio, momentos
de oración más intensos que lo normal.
Jesús
fue al desierto obedeciendo al Espíritu Santo, pero en el desierto
encontró al demonio que lo tentaba. Lo que sucedió a Jesús es una
metáfora de la vida. Puede que nosotros, si nos disponemos a pensar
y a hacer oración, descubramos que la vida es una tentación
constante a hacer el bien o a hacer el mal.
El
demonio, padre de la mentira, y que engañó a Adán y Eva en el
principio del mundo, tienta a Jesucristo para que realice su misión
en el mundo con criterios y métodos del mundo: adquirir fama con
milagros espectaculares, convertir las piedras en pan, tirarse del
templo sin hacerse daño (Jesucristo solo hizo milagros para ayudar a
personas necesitadas); y sobre todo, adquirir mucho poder, y muchas
riquezas.
Pero
“donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia”.
Jesucristo derrota al demonio. La respuesta de Jesús en las tres
tentaciones la podemos resumir en una sola: “Yo voy a cumplir mi
misión en la vida haciendo solo y siempre la voluntad de mi Padre
Dios”.
Hermanas
y hermanos todos: Ya tenemos la consigna de Jesucristo para esta
cuaresma y para toda la vida: siempre, solo y en todo la voluntad de
Dios. “Al Señor tu Dios adorarás y a él solo
servirás”.
Y
al llegar a este punto final permitidme una pregunta: ¿Creemos de
verdad que en hacer siempre, solo, y en todo la voluntad de Dios
está el éxito de nuestra vida y nuestra felicidad?