Introducción
al evangelio
-Textos:
-Ex
17, 3-7
-Sal
94, 1-2. 6-9
-Ro
5, 1-2. 5-8
-Jn
4, 5-42
“Si
conocieras el don de Dios y quien es el que te dice “Dame de
beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva”
Queridas
hermanas benedictinas y y queridos hermanos, los pocos que habéis
llegado hasta aquí:
La
pandemia del coronavirus acapara toda la atención y la mayor
preocupación de todos nosotros en este momento. Pero tenemos la
suerte de poder participar en la eucaristía de este tercer domingo
de cuaresma, del ciclo A.
Merece
la pena que hagamos un esfuerzo para recentrarnos en la atención y
disponernos con toda la fe y la mejor disposición religiosa para
escuchar la mejor catequesis que tenemos en los evangelios y que la
Iglesia la escucha y la predica desde que el evangelista S. Juan nos
la dejó escrita, y que muestra a Jesucristo como el mejor catequista
que podemos pensar, modelo para todos cuantos tenemos el encargo de
catequizar y de transmitir la fe y el evangelio.
No
voy a hacer una homilía, me voy a limitar a daros unas notas previas
a la proclamación del evangelio, que es largo pero
extraordinariamente hermoso y rico en enseñanzas, para que podamos
escucharlo con mayor provecho.
La
primera, la preciosa frase de Jesús en la que partiendo de la sed
física y natural, pasa a hablar en términos muy sugerentes del agua
viva: -“Si
conocieras el don de Dios y quien es el que te dice “Dame de
beber”, le pedirías tú, y él te daría agua viva”
En
segundo lugar, merece la pena que nos fijemos en la mujer samaritana.
Ella es pagana y solo vive de los sentidos y necesidades inmediatas,
a través del diálogo con Jesús, llega a confesar sus pecados y
termina anunciando el evangelio y llamando a la gente para que acuda
a Jesús.
Todavía
un tercer acento, nos podemos fijar en Jesús. Tomar nota de los
títulos que le atribuyen: primero profeta, después mesias, después,
Cristo, y por fin solemnemente la afirmación de sus propios labios:
”Yo soy”, soy Cristo, el Ungido, el Hijo de Dios. Pero no dejemos
de recoger otra frase suya: “Mi
alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término
su obra”.
Y
la última nota que me permito poner ante vosotros: “Ya
no creemos por lo que tú nos dices; nosotros mismos lo hemos oído
y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo”
¿Podemos nosotros decir lo mismo?