-Textos:
-Sam
7, 4-5ª. 12-14a. 16
-Sal
88, 2-5. 27. 29
-Ro 4, 13.
16-18. 22
-Lc 2,
42-51a
“Bajó
con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad”. “Dios
todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación a
la fiel custodia de San José…”
Queridas
hermanas benedictinas:
Estamos
celebrándola fiesta de San José con la solemnidad que pide la
liturgia y la sana tradición de este monasterio. Algunos años
coincide esta fiesta con tonos alegres porque entra dentro del gozo
del tiempo pascual. Este año, ocurre todo lo contrario, no solo cae
en el tiempo austero de la cuaresma, sino, sobre todo, en unos días
en que el pueblo cristiano y la sociedad entera esta sobrecogida por
los daños y las amenazas de mayores daños todavía que nos produce
el llamado coronavirus.
Por todo
esto, al comentar los textos litúrgicos me ha parecido oportuno
poner de relieve aquellos rasgos que subrayan una faceta de San José
sumamente beneficiosa para los creyentes y para todos los hombres,
San José Custodio de la Sagrada Familia, de la Iglesia y de todos
cuantos acudimos a él para solicitar su apoyo.
El final del
evangelio que hemos proclamado dice que Jesús Bajó con ellos a
Nazaret y siguió bajo su autoridad. Bajo la autoridad de los
dos, la Madre, la Virgen María, y San José.
Pero sabemos
muy bien que en aquellos tiempos en las familias la autoridad suprema
la tenía el padre de familia; la autoridad de la madre era, si
autoridad, pero moral, que sin duda es la más digna y eficaz, y que
se ciñe a la fuerza educativa que tiene el amor y la solicitud y la
entrega generosa, que ejercen las madres sobre los hijos, sobre todo
pequeños. Pero San José efectivamente tenía la autoridad suprema
en la familia, que la sabiduría litúrgica define como “custodia
fiel”, custodia que abarca tanto sobre el cuidado del niño
Jesús, como de su esposa legal, la Virgen María.
Esta
custodia legal y real fue una vocación y una misión que Dios
encomendó a San José, y que la fe de la Iglesia no ha tenido la
menor duda de calificarla de “custodia fiel”. El evangelio nos da
una muestra de esta fidelidad de San José en el cumplimiento de su
misión, cuando lo vemos que peregrina con María y Jesús de Nazaret
a Jerusalén para acudir al templo en visita anual y cumplir así con
una tradición y una norma, tan importante para todo el pueblo judío.
Este dato demuestra el cuidado de San José y también de María, por
inculcar en el niño Jesús, las mejores costumbres y los mejores
sentimientos religiosos que caracterizaban al pueblo de Israel.
Pero San
José no solo fue custodio fiel de la educación humana y religiosa
de Jesús y de la protección física de María. Su vocación y
misión alcanza y penetra en una dimensión sobrenatural, que lo hace
instrumento importantísimo en la historia de la salvación. Dios
quiso contar con él en este orden de gracia y de salvación y le
“confío la custodia de los primeros misterios de la salvación”.
Estos misterio son muchos que se desarrollaron sobre todo en Belén y
Nazaret, pero que se resumen, sobre todo, en dos: el misterio de la
encarnación, y el misterio de la virginidad de María. Y esta tan
sublime y sobrenatural misión la realizo fielmente, es decir,
perfectamente y conforme a la voluntad de Dios.
De esta
misión sobrenatural en el orden de la historia de la salvación mana
la poderosa intercesión de San José para recabar ayuda, amparo y
custodia a todo el Pueblo cristiano y a la humanidad entera.
Muchos
Padres de la Iglesia y muchos teólogos han puesto de relieve la
importancia de San José en la historia de la salvación. En el
pueblo cristianos la devoción a San José ha ido creciendo poco a
poco, siempre a más. Los franciscanos, en la Edad Media, la
propagaron intensamente, Santa Teresa de Jesús en el Libro de la
vida, dejó escrito que todo cuanto había pedido a San José le
había sido concedido. De ahí la familia carmelitana también ha
contribuido y contribuye muy eficazmente a extender esta devoción.
Pero ha sido el papa San Juan Pablo II, quien escribió una
encíclica, “Redentoris Custos”, que ha constituido un fundamento
teológico muy sólido para asentar y extender la devoción a nuestro
santo.
Hoy en día
es larguísima la lista de instituciones, cofradías, parroquias,
instituciones y naciones enteras que se han encomendado al patrocinio
de San José.
Para
terminar, me atrevo a exponer una consideración y una propuesta.
Coincide este año la fiesta de San José justamente en medio del
“sunami” desastroso que está provocando tanto daño a la
sociedad mundial. Todos hemos de ejercitar la responsabilidad para
atajar los males perjuicios y muertes que está provocando. Pero,
nosotros creyentes, bien podemos entender que la fiesta de San José,
celebra en las circunstancias que nos está tocando celebrarla, es
una llamada a invocar de una manera especial a San José para que
Dios nos libere de este azote que nos ha sobrevenido y está
produciendo tanto dolor y tantos perjuicios, físicos, morales y
económicos a nuestra sociedad y a la humanidad entera.