jueves, 19 de marzo de 2020

FESTIVIDAD DE SAN JOSÉ


-Textos:

       -Sam 7, 4-5ª. 12-14a. 16
       -Sal 88, 2-5. 27. 29
       -Ro 4, 13. 16-18. 22
       -Lc 2, 42-51a

Bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad”. “Dios todopoderoso, que confiaste los primeros misterios de la salvación a la fiel custodia de San José…”

Queridas hermanas benedictinas:

Estamos celebrándola fiesta de San José con la solemnidad que pide la liturgia y la sana tradición de este monasterio. Algunos años coincide esta fiesta con tonos alegres porque entra dentro del gozo del tiempo pascual. Este año, ocurre todo lo contrario, no solo cae en el tiempo austero de la cuaresma, sino, sobre todo, en unos días en que el pueblo cristiano y la sociedad entera esta sobrecogida por los daños y las amenazas de mayores daños todavía que nos produce el llamado coronavirus.

Por todo esto, al comentar los textos litúrgicos me ha parecido oportuno poner de relieve aquellos rasgos que subrayan una faceta de San José sumamente beneficiosa para los creyentes y para todos los hombres, San José Custodio de la Sagrada Familia, de la Iglesia y de todos cuantos acudimos a él para solicitar su apoyo.

El final del evangelio que hemos proclamado dice que Jesús Bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Bajo la autoridad de los dos, la Madre, la Virgen María, y San José.

Pero sabemos muy bien que en aquellos tiempos en las familias la autoridad suprema la tenía el padre de familia; la autoridad de la madre era, si autoridad, pero moral, que sin duda es la más digna y eficaz, y que se ciñe a la fuerza educativa que tiene el amor y la solicitud y la entrega generosa, que ejercen las madres sobre los hijos, sobre todo pequeños. Pero San José efectivamente tenía la autoridad suprema en la familia, que la sabiduría litúrgica define como “custodia fiel”, custodia que abarca tanto sobre el cuidado del niño Jesús, como de su esposa legal, la Virgen María.

Esta custodia legal y real fue una vocación y una misión que Dios encomendó a San José, y que la fe de la Iglesia no ha tenido la menor duda de calificarla de “custodia fiel”. El evangelio nos da una muestra de esta fidelidad de San José en el cumplimiento de su misión, cuando lo vemos que peregrina con María y Jesús de Nazaret a Jerusalén para acudir al templo en visita anual y cumplir así con una tradición y una norma, tan importante para todo el pueblo judío. Este dato demuestra el cuidado de San José y también de María, por inculcar en el niño Jesús, las mejores costumbres y los mejores sentimientos religiosos que caracterizaban al pueblo de Israel.

Pero San José no solo fue custodio fiel de la educación humana y religiosa de Jesús y de la protección física de María. Su vocación y misión alcanza y penetra en una dimensión sobrenatural, que lo hace instrumento importantísimo en la historia de la salvación. Dios quiso contar con él en este orden de gracia y de salvación y le “confío la custodia de los primeros misterios de la salvación”. Estos misterio son muchos que se desarrollaron sobre todo en Belén y Nazaret, pero que se resumen, sobre todo, en dos: el misterio de la encarnación, y el misterio de la virginidad de María. Y esta tan sublime y sobrenatural misión la realizo fielmente, es decir, perfectamente y conforme a la voluntad de Dios.

De esta misión sobrenatural en el orden de la historia de la salvación mana la poderosa intercesión de San José para recabar ayuda, amparo y custodia a todo el Pueblo cristiano y a la humanidad entera.

Muchos Padres de la Iglesia y muchos teólogos han puesto de relieve la importancia de San José en la historia de la salvación. En el pueblo cristianos la devoción a San José ha ido creciendo poco a poco, siempre a más. Los franciscanos, en la Edad Media, la propagaron intensamente, Santa Teresa de Jesús en el Libro de la vida, dejó escrito que todo cuanto había pedido a San José le había sido concedido. De ahí la familia carmelitana también ha contribuido y contribuye muy eficazmente a extender esta devoción. Pero ha sido el papa San Juan Pablo II, quien escribió una encíclica, “Redentoris Custos”, que ha constituido un fundamento teológico muy sólido para asentar y extender la devoción a nuestro santo.

Hoy en día es larguísima la lista de instituciones, cofradías, parroquias, instituciones y naciones enteras que se han encomendado al patrocinio de San José.

Para terminar, me atrevo a exponer una consideración y una propuesta. Coincide este año la fiesta de San José justamente en medio del “sunami” desastroso que está provocando tanto daño a la sociedad mundial. Todos hemos de ejercitar la responsabilidad para atajar los males perjuicios y muertes que está provocando. Pero, nosotros creyentes, bien podemos entender que la fiesta de San José, celebra en las circunstancias que nos está tocando celebrarla, es una llamada a invocar de una manera especial a San José para que Dios nos libere de este azote que nos ha sobrevenido y está produciendo tanto dolor y tantos perjuicios, físicos, morales y económicos a nuestra sociedad y a la humanidad entera.