-Textos:
-Is
50, 4-7
-Sal
21, 8-9. 17-24
-Fil
2, 6-11
-Mt
26, 11-54
"¿No
habéis podido velar una hora conmigo?"
Queridas
hermanas benedictinas:
Semana
Santa marcada y condicionada por la tremenda pandemia del
coronavirus. Aquí la comunidad con vuestro capellán tenemos la
gracia de poderlas hacer en vivo y en directo, a puerta cerrada y con
las simplificaciones, que nos piden los superiores.
El tono y
el mensaje de la eucaristía de este domingo de Ramos nos vienen
dados, sobre todo, desde la proclamación de la Pasión de nuestro
Señor Jesucristo según san Mateo. Permitidme que centre vuestra
atención en una sola escena: La oración de Jesús en el Huerto.
En ella
aparecen los sentimientos más íntimos, más profundos y más
humanos de Jesús ante la perspectiva de una muerte ya inminente.
Tristeza, congoja, angustia sentidas hasta el límite de la
resistencia quedan selladas y superadas en la oración de Jesús al
Padre: “Padre, si es posible que se
aparte de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad sino la tuya”.
Pero la
circunstancia especial que estamos viviendo en la sociedad y en la
Iglesia a causa de la pandemia del coronavirus, me lleva a considerar
también la segunda parte de esta escena y llamar vuestra atención
sobre la soledad hiriente y dolorosa que tuvo que sentir Jesús
aquella noche en el Huerto.
Desde los
primeros momentos de su pasión Jesús da muestras de que está con
sus discípulos: “…En tu casa
celebraré la Pascua con mis discípulos” (26,18); “Quedaos aquí,
mientras yo voy allá a orar”. Pero
los discípulos no están con él: ¿No
habéis podido velar una hora conmigo? “En aquel momento todos los
discípulos lo abandonaron y huyeron” (26, 56).
No
podemos comprender cómo los discípulos pudieron dormirse aquella
noche, cuando había participado en la Ultima Cena y escuchado las
palabras de Jesús, cuando habían prometido solemnemente no
abandonarlo… Y a las pocas horas, lo dejan sólo. ¡Qué dolor para
Jesús, preso y camino ya de la sentencia de muerte, verse solo y
abandonado!
Tenemos que empatizar con él, sentir los mismos sentimientos,
precisamente estos días y en estas celebraciones cumbres del
misterio Pascual. Es gracia de Dios que tenemos que pedir y es gracia
a la que nos tenemos que disponer con nuestro esfuerzo y con la
penitencia.
Pero
volviendo a la circunstancia de la pandemia que sufrimos y nos
amenaza: Jesús en el Huerto de los Olivos sufrió ante la amenaza de
su muerte inminente y ante el abandono y la soledad. En su
sufrimiento estaba nuestro sufrimiento y el sufrimiento también de
cuantos mueren solos, víctimas de coronavirus, porque la familia y
amigos que querrían acompañarlos no pueden acercarse a causa del
peligro de contagio.
Jesús en
la soledad y el abandono que sintió en su pasión asumió el dolor
de todos cuantos sufren soledad y abandono en esta pandemia y en
cualquier otra situación que tantas veces proporciona la vida.
Y
al asumir nuestras soledades y nuestros sufrimientos arrojó sobre
ellos una luz de esperanza: La soledad, el dolor, el sufrimiento humanos no son males absolutos, pueden ser superados. Jesucristo
resucitado los ha vencido, para que nosotros no nos dejemos hundir
por ellos. Nosotros venceremos. Pero no dejemos solo a Jesús en esta
Semana Santa.