-Textos:
-Ex
34, 4b-6. 8-9
-Sal
Dan 3, 52ac.54a-55ª. 56ª
-2Co
13, 11-13
-Jn
3, 16-18
“Tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el
que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna”. “Con
María en el corazón de la Iglesia”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Celebramos
en este domingo la solemne fiesta de la Santísima Trinidad. Misterio
de fe, sí, pero misterio de amor. El prefacio que entonaremos en la
misa dice: “Es nuestro deber y salvación darte gracias siempre,
Señor, Padre santo, Dios todopoderosos y eterno. Que con tu Hijo y
el Espíritu Santo eres un solo Dios y un solo Señor, no una sola
persona, sino tres personas en una sola naturaleza”.
En
vez de tratar de comprender a Dios con la cabeza, lo mejor es abrir
el corazón a la fe, y orar, escuchar la Palabra de Dios, que él
mismo nos ha revelado en la Biblia.
Ponernos
en oración, y abrir la biblia o los evangelios y dejar que palabras
como las que se nos ha proclamado en las lecturas de hoy, nos vayan
penetrando poco a poco en el corazón. San Pablo nos ha dicho, por
ejemplo: “La
gracia del Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del
Espíritu santo esté siempre con vosotros”;
o las preciosas palabras tan conocidas del evangelio: “Tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el
que cree en él no perezca… Porque Dios no envió a su Hijo al
mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él”.
Leer y escuchar, y repetir suavemente dejando que resuenen dentro.
Esta es una
excelente vía para penetrar en el misterio de Dios-Trinidad y
beneficiarnos de él.
Pero
este domingo celebramos también la “Jornada “pro orantibus”,
es decir, en favor de los monjes y las monjas, y en general de las
vocaciones contemplativas. Acordarnos de ellas, pedir por ellas y
agradecerles el bien que nos hacen y aportan a la Iglesia.
El
lema de la jornada para este año dice así: “Con María, en el
corazón de la Iglesia”. ¿Cuál es el corazón de la Iglesia? El
amor, el amor a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a
nosotros mismos y, mejor aún, como Jesucristo nos ha amado es la
fuente de energía que impulsa y alimenta toda la inmensa actividad
misionera de la Iglesia. Los contemplativos y las contemplativas, en
el corazón de la Iglesia que es amor y con María, la Virgen, que
ama a Dios en su Hijo Jesucristo, y a los hijos de Dios con corazón
de madre, los monjes y las monjas, digo, son para la Iglesia y para
el mundo indicadores luminosos que señalan que el amor es el grito
y la aspiración más profunda de nuestro ser, la vocación más
genuina del corazón humano. No todo amor nos hace felices, pero amar
a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a nosotros mismos,
y, mejor aún, amar siempre como Jesucristo nos ha amado nos conduce
a nuestro propio hogar, a nuestra verdadera patria. Este es el
mensaje y el favor más grande que recibimos de los
contemplativos, hermanos nuestros en la fe.
Haremos
bien en conocerlos, pedir que el Señor los bendiga con la fidelidad
a la vocación y vocaciones que den continuidad a la misión tan
importante que cumplen en nuestra Iglesia.