-Textos:
-Dt.
8, 2-3. 14b-16a
-Sal
147, 12-15. 19-20
-1Co
10, 16-17
-Jn
6, 51-58
“Porque
el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues
todos comemos de un mismo pan”. “El que coma de este pan vivirá
para siempre”.
Queridas
hermanas benedictinas:
Hoy
domingo y fiesta solemne del Cuerpo y la Sangre del Señor, el
“Corpus Christi”. La Iglesia, y el pueblo cristiano, contando con
las limitaciones especiales que tenemos a causa de la pandemia,
celebramos con fe y alegría esta fiesta.
Hoy os
invito especialmente a dar gracias a Dios. La eucaristía es el gran
regalo que Dios nos hace a los seguidores de Jesús, a toda la
humanidad y al cosmos entero.
Dios, en
el Hijo, se hizo hombre para salvar a los hombres, y no le bastó
este gesto de amor infinito; nació pobre en Belén para redimir a
los pobres, y no le bastó; se hizo bautizar como pecador en el
Jordán para liberarnos del pecado, y no le bastó; se acercó a los
enfermos y desvalidos para curarlos, y no le bastó; murió por
nosotros para librarnos del pecado y, sorprendeos, no le bastó; y,
locura del amor divino, se hizo eucaristía, comida y alimento, para
darnos vida eterna.
La
eucaristía es, ciertamente la manifestación suprema del amor de
Dios a los hombres; reúne en sí misma, como dice el concilio
Vaticano II, todo el bien espiritual de la Iglesia: Cristo Jesús,
nuestra Pascua.
Por eso,
la respuesta espontánea que brota de un corazón creyente es la
acción de gracias a Dios por el bien que nos hace.
La
eucaristía, dice el papa Francisco, alegra el corazón de la
Iglesia, porque la Iglesia sabe que la eucaristía cumple de manera
espléndida la promesa de Jesús: “Yo
estaré siempre con vosotros hasta el fin de los siglos”.
La
eucaristía alimento para el camino de la vida, como fue el maná
para los israelita que salieron de Egipto en busca de la tierra
prometida; la eucaristía, misterio admirable de comunión con
Jesucristo, participación en su vida vencedora de la muerte, y por
él con él y en él misterio de alabanza y de comunión con Dios
Padre en el Espíritu Santo.
Pero, hay
más: Tomemos nota de la enseñanza de San Pablo en la segunda
lectura: -“Porque el pan es uno,
nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos
de un mismo pan”.
La
eucaristía establece la unión entre los creyentes, al comulgar con
el Cuerpo y la Sangre del Señor nos hace hermanos y miembros de una
familia, que participa de la misma vida y de los mismos sentimientos
de Cristo Jesús: una misma fe, una misma esperanza, un mismo amor.
Nos hace Pueblo de Dios, Iglesia santa, miembros del Cuerpo místico
de Cristo. Y consecuentemente, un mismo proyecto de vida: trabajar
por el Reino de Dios, viviendo y proponiendo el evangelio de Jesús,
la palabra de Dios, los mandamientos, las bienaventuranzas, los
sacramentos, la oración, para dar testimonio y anunciar el evangelio
a todas las gentes.
La
eucaristía, hermanas, máxima manifestación del amor de Dios en
Cristo, y máxima fuente de energía para vivir la vida de fe con
alegría y comunicarla a todos nuestros prójimos.