-Textos:
-1Re
3, 5. 7-12
-Sal
118, 57 y 72. 76-77. 127-130
-Ro
8, 28-30
-Mt
13, 44-52
“El
reino de los cielos se parece a un tesoro…”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¿Qué
es el Reino de Dios? Jesucristo habla muchas veces de Reino de Dios,
es el hilo conductor de su predicación a lo largos de sus tres años
de vida pública.
¿En
qué consiste el Reino de Dios? ¿Lo hemos descubierto nosotros? ¿Nos
intriga saber qué nos ofrece Jesucristo cuando nos anuncia el Reino
de Dios?
Si
tenemos que decirlo en una palabra, decimos: El Reino de Dios es
Jesucristo mismo.
Dios
que nos ama infinitamente, que nos creó por amor, que cuando nos ve
pecadores, se deja llevar de su misericordia, piensa en nosotros y
nos regala un regalo divino, un tesoro, una perla preciosa; nos
regala lo más valioso que tiene él como Dios, lo más querido para
él, nos regala a su propio Hijo único.
Su
Hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad, lo mejor que tiene;
no tiene más, es el Verbo de Dios, que se encarna, se hace hombre
como nosotros, Jesucristo.
El,
nos ama como su Padre, nos ama hasta dar la vida por nosotros. Da la
vida por nosotros, para que nosotros podamos amar como él nos ama.
No solo como puede amar nuestro corazón natural, sino como ama y nos
ama Jesús mismo, Dios mismo.
Porque
podemos amar como ama Jesucristo, podemos perdonar setenta veces
siete, y podemos amar al enemigo, y reconciliarnos entre hermanos, y
arriesgar la vida por atender a enfermos del coronavirus.
El
Reino de Dios es Jesucristo, es una fuente divina, una catarata de
amor divino que ha irrumpido en el mundo; una perla, un tesoro, dice
el mismo Jesús. Está ahí, está aquí, a nuestro alcance, para que
lo descubramos y lo pongamos como el primer valor de nuestra vida.
Ayer
celebrábamos la fiesta de Santiago: él murió mártir porque había
descubierto en Jesucristo, el Reino de Dios. Después de él muchos
mártires en la historia de la Iglesia han dado la vida por el Reino
de Dios; y muchos santos místicos: santa Teresa, san Juan de la
Cruz, santa Hildegarda... Todos ellos han encontrado el Reino de
Dios; y vivirlo, les ha llevado a la santidad. Y los misioneros y
misioneras que se han desparramado por Hispanoamérica, y por África…
Todos, descubrieron el Reino de Dios y vendieron todo, y desgastaron
y dieron la vida por anunciarlo.
Y
ellos, nos lo han dicho, han visto claro que merece la pena.
Ante
el ejemplo de estos cristianos, hermanos nuestros, ante la palabra
del evangelio que estamos comentando, podemos preguntarnos: ¿Cuál
es mi mayor tesoro? ¿Qué tengo en la cumbre de mis ilusiones, de
mis deseos y proyectos? ¿No estaré descuidando y perdiendo la mejor
oportunidad de mi vida? ¿Sé amar? ¿Quién es Jesucristo para mí?
Luego,
antes de la comunión, en el padrenuestro, vamos a decir “Venga
a nosotros tu Reino, Señor”.