domingo, 5 de julio de 2020

DOMINGO XIV T.O.(A)


-Textos:

       -Za 9, 9-10
       -Sal 144, 1-2. 8-11. 13cd-14
       -Ro 8, 9. 11-13
       -Mt 11, 25-30

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hemos comenzado este verano tan especial, trastornado y condicionado tan decisivamente por el “covid 19”. Las vacaciones que pensamos hacer, las vacaciones que no podemos hacer, los sanfermines y fiestas populares que se suspenden; la angustia de las empresas, particularmente las más pequeñas, sobre si podrán o no podrán resistir sin cerrar, los trabajadores temerosos de quedar despedidos, o que no acaban de percibir los “ertes” prometidos; en un ámbito más personal, la incomodidad de la mascarilla, y de otras normas que entorpecen la convivencia social, el miedo inevitable a contraer el virus tan dañino, y especialmente, la angustia de no saber cuándo va a terminar esta situación y en qué condiciones vamos a quedar, si por fin salimos.

Y hoy, a cuantos tenemos la gracia de participar en esta eucaristía dominical nos sorprende esta palabra oportuna de Jesús, nuestro Señor:

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.

Palabras de Jesús sinceras y creíbles. Porque atended quién es Jesús: “Todo me ha sido entregado por mi Padre…, nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Este es Jesús; mirad si no merece que creamos sus palabras.

Y este Jesús nos dice a todos los que hemos comenzado a desgranar los días de este verano tan singular: “-Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.

Pero, ¿cómo nos puede aliviar Jesús? A mí, decimos, me aliviaría si me diera la paga que me han prometido los políticos, o si me garantizase que no iba a contraer el coronavirus, o que a la vuelta de vacaciones iba a encontrar los colegios y las fábricas funcionando.

Queridas hermanas y queridos hermanos todos: la ayuda de Jesús es cierta; si contamos con él y la pedimos con fe. Pero esta ayuda del Señor opera en nosotros a un nivel real, pero distinto del nivel de soluciones que nosotros los humanos tenemos que buscar con responsabilidad.

Quizás nos ilumine algo esta comparación: La ayuda de Jesús es como esas aguas que dicen freáticas, que discurren subterráneas sobre una capa de tierra impermeable, pero que al mismo tiempo van impregnando de humedad las tierras superficiales, de manera que las raíces de las plantas sembradas en la superficie alcanza la humedad que les viene desde abajo.

Jesús, si creemos en él y le pedimos con fe, riega con el poder de su gracia, nuestro ánimo quizás triste y abatido, a causa de unas circunstancias difíciles y dolorosas que estamos viviendo, sea por el maléfico virus que nos puede enfermar, o por otras circunstancias. Jesucristo hoy como siempre, sin suplantar nuestra libertad y responsabilidad, nos puede ayudar, y nos ayuda, en cualquier circunstancia de la vida.

Creamos en él. Es verdad lo que esta mañana hemos escuchado de sus labios: “-Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.