-Textos:
-Za
9, 9-10
-Sal
144, 1-2. 8-11. 13cd-14
-Ro
8, 9. 11-13
-Mt
11, 25-30
Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hemos
comenzado este verano tan especial, trastornado y condicionado tan
decisivamente por el “covid 19”. Las vacaciones que pensamos
hacer, las vacaciones que no podemos hacer, los sanfermines y
fiestas populares que se suspenden; la angustia de las empresas,
particularmente las más pequeñas, sobre si podrán o no podrán
resistir sin cerrar, los trabajadores temerosos de quedar despedidos,
o que no acaban de percibir los “ertes” prometidos; en un ámbito
más personal, la incomodidad de la mascarilla, y de otras normas
que entorpecen la convivencia social, el miedo inevitable a contraer
el virus tan dañino, y especialmente, la angustia de no saber
cuándo va a terminar esta situación y en qué condiciones vamos a
quedar, si por fin salimos.
Y
hoy, a cuantos tenemos la gracia de participar en esta eucaristía
dominical nos sorprende esta palabra oportuna de Jesús, nuestro
Señor:
Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.
Palabras
de Jesús sinceras y creíbles. Porque atended quién es Jesús:
“Todo me ha
sido entregado por mi Padre…, nadie conoce al Padre, sino el Hijo,
y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Este
es Jesús; mirad si no merece que creamos sus palabras.
Y
este Jesús nos dice a todos los que hemos comenzado a desgranar los
días de este verano tan singular: “-Venid
a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.
Pero,
¿cómo nos puede aliviar Jesús? A mí, decimos, me aliviaría si me
diera la paga que me han prometido los políticos, o si me
garantizase que no iba a contraer el coronavirus, o que a la vuelta
de vacaciones iba a encontrar los colegios y las fábricas
funcionando.
Queridas
hermanas y queridos hermanos todos: la ayuda de Jesús es cierta; si
contamos con él y la pedimos con fe. Pero esta ayuda del Señor
opera en nosotros a un nivel real, pero distinto del nivel de
soluciones que nosotros los humanos tenemos que buscar con
responsabilidad.
Quizás
nos ilumine algo esta comparación: La ayuda de Jesús es como esas
aguas que dicen freáticas, que discurren subterráneas sobre una
capa de tierra impermeable, pero que al mismo tiempo van impregnando
de humedad las tierras superficiales, de manera que las raíces de
las plantas sembradas en la superficie alcanza la humedad que les
viene desde abajo.
Jesús, si creemos en él y le pedimos con fe,
riega con el poder de su gracia, nuestro ánimo quizás triste y
abatido, a causa de unas circunstancias difíciles y dolorosas que
estamos viviendo, sea por el maléfico virus que nos puede enfermar,
o por otras circunstancias. Jesucristo hoy como siempre, sin
suplantar nuestra libertad y responsabilidad, nos puede ayudar, y nos
ayuda, en cualquier circunstancia de la vida.
Creamos
en él. Es verdad lo que esta mañana hemos escuchado de sus labios:
“-Venid a
mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”.