-Textos:
-1Re
19, 9ª. 11-13ª
-Sal
84, 9ab-10-14
-Ro
9, 1-5
-Mt
14, 22-33
¡Ánimo,
soy yo, no tengáis miedo!
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
El
mar en la biblia aparece muchas veces como símbolo del mal, del
peligro, de la muerte. Jesús camina sobre las aguas del mar; domina
el mar; aparece sereno y soberano sobre las fuerzas que amenazan al
hombre; el mal, el demonio, no tiene poder sobre él.
Los
discípulos, que están sobre la barca, tienen en Jesús una fe
todavía débil; todavía no conocen bien a Jesús. Por eso, al verlo
entre brumas no lo reconocen, llegan a creer que es un fantasma. Pero
el mismo Jesús se adelanta para sacarlos de dudas, y con una frase
iluminadora, reconfortante y entrañablemente humana, les dice:
¡Ánimo, soy
yo, no tengáis miedo!
Una
frase, una palabra de Jesús, dicha entonces, que gracias a la
liturgia de hoy suena como nueva en nuestros oídos; Jesús, Señor
del mar, del cielo y de la tierra, nos dice esta mañana: ¡Ánimo,
soy yo, no tengáis miedo!
Hoy,
la gente, nosotros no tenemos reparo en confesar que sentimos
miedo: Miedo a la pandemia y a las muchas y graves consecuencias que
nos está trayendo: el paro, la incertidumbre económica, al problema
de la escolarización de los hijos pequeños… Y otros miedos más
profundos y más personales: Somos mucho más frágiles y
vulnerables que lo que nos creíamos. Nos creíamos fuertes y capaces
de superar cualquier limitación y peligro, y un virus imprevisible
nos está sumiendo en la mayor incertidumbre y en la angustia,
atenazados todos por el miedo a la enfermedad y a la muerte.
Un
agarradero es poner nuestra esperanza en la vacuna, en los
científicos. Pero esos recursos, ¿son capaces de apagar los miedos
que han aflorado en mí a causa del coronavirus? ¿Me quedo
tranquilo? ¿Son la respuesta cabal y completa a todo lo que estoy
sintiendo y viviendo en mí y lo que veo a mi alrededor?
¿Y
si comienzo a contar con Dios más de lo que he contado hasta ahora…?
La frase de Jesús hoy puede que despierte en mí resonancias
nuevas y profundas: -¡Ánimo,
soy yo, no tengáis miedo!
El
mundo, la sociedad en la que vivo, está más revuelta y embravecida
que la más desatada y temible tormenta del mar.
Pongamos
la atención en san Pedro: cuando él tiene los ojos puestos en Jesús
camina seguro y sereno sobre la superficie del mar. Pero cuando
arrecia la tormenta quita la vista de Jesús y la vuelve sobre sí
mismo y sobre el peligro que corre su vida. Entonces comienza a
hundirse. Jesús le tiende la mano, lo agarra y lo saca a flote,
haciéndole una recomendación de la que nosotros también debemos
tomar nota: “¡Hombre
de poca fe! ¿Por qué has dudado?
.
Hermanas
y hermanos todos: Dos frases, dos mensajes para pensar y orar:
-¡Ánimo,
soy yo, no tengáis miedo! “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué has
dudado”?