-Textos:
-Is
22, 19-23
-Sal
137, 1-3. 6 y 8bc
-Ro
12, 33-36
-Mt
16, 13-20
“Ahora
yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hace
calor y el coronavirus nos amenaza temiblemente, pero estos no son
obstáculo para que nosotros hoy, domingo, vivamos la alegría de
escuchar la palabra de Dios y participar en la eucaristía.
Hoy
abrimos los ojos y los oídos para que no se nos escape ni una
palabra de la respuesta que da Jesús a Pedro. Sin duda, para Pedro
es un encargo, un nombramiento extraordinario, y para nosotros,
seguidores de Jesús, una herencia preciosa: -“Ahora
yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia”.
En
esta frase Jesucristo habla de dos realidades: habla de la Iglesia y
habla de la función de Pedro en la Iglesia.
Jesucristo
nos habla de la Iglesia, del nuevo pueblo de Dios, de la comunidad de
seguidores suyos convocada y querida por él. Jesucristo, ya en su
vida pública mostró la voluntad de reunir una comunidad que
continuara su misión. Un encargo que hizo efectivo antes de subir a
los cielos:
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio”.
Sí, Jesucristo, quiso la Iglesia, como anticipo del mundo nuevo,
como sal y fermento en medio de la humanidad, como signo e
instrumento del Reino de Dios que él anunciaba.
Pero
en las palabras de Jesús a Pedro, Jesucristo nos dice algo más: La
Iglesia, el nuevo pueblo de Dios no es una masa amorfa, sino una
comunidad unida, que vive el amor y la comunión fraterna, que tiene
un guía que preside, y en la que cada uno tiene su puesto y su
misión. Por eso, se dirige a Simón y le dice “Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia… Te daré las
llaves del Reino de los cielos…”.
Y
tal como Jesús lo dijo en este momento de su vida pública, se
cumplió después de su muerte y resurrección por obra del Espíritu
Santo.
Pedro
ya el día de Pentecostés habla en Jerusalén y convierte a cuantos
le escuchan; y los demás discípulos con él anuncian con valentía
y entusiasmo que Jesucristo ha resucitado. “Aquel
día fueron agregadas unas tres mil personas”,
dice el libro de los Hechos de los apóstoles.
Hermanos
y hermanas: La Iglesia y el papa, dos instrumentos pensados y
establecidos por Jesús, dotados con el don del Espíritu Santo:
¿Amamos a la Iglesia? ¿Amamos al papa? ¿Obedecemos sus consignas y
enseñanza?
Nosotros
somos Iglesia, en casa, en el trabajo, con los amigos, en sociedad
¿somos sal y fermento?, ¿somos testigos?
Después
de la consagración estamos todos invitados a hacer esta súplica:
“Dirige tu mirada, Padre Dios, sobre la ofrenda de tu Iglesia…,
para que fortalecidos con el cuerpo y la sangre de Cristo, y llenos
de su Espíritu Santo, formemos todos, un solo cuerpo y un solo
Espíritu”