-Textos:
-Ap 11, 19ª; 12, 1. 3-6. 10ab
-Sal, 44, 10-12ab. 16
-1Co 15, 20-27ª
-Lc 1, 39-56
“Se alegra mi espíritu
en Dios mi Salvador porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Queridas hermanas benedictinas
y queridos hermanos todos:
También a nosotros hoy se nos
alegra el alma y el espíritu. Amamos a la Virgen, es nuestra madre
del cielo, y verla así, tan elevada y ensalzada, nos llena de
alegría.
Ella, nuestra Madre del cielo,
también hoy, esta mañana, se siente alegre y contenta. No nos cabe
la menor duda, vive aquella alegría que cantó y manifestó hace
más de dos mil años en casa de su prima Isabel.
Necesitamos alegría,
necesitamos poder con fundamento y buenas razones mirar al futuro con
esperanza. La Virgen María, canta, nos canta, desde el cielo esta
mañana, un cántico de esperanza.
El Magnificat de María es un
canto a la esperanza.
Necesitamos escuchar palabras
esperanzadoras, y necesitamos sobre todo sentir esperanza, vivirla
realmente en nosotros y trasmitirla a los demás.
La pandemia y todas sus
consecuencias nos llenan de incertidumbre sobre el futuro. Nosotros
creyentes sufrimos viendo cuantos abandonan las prácticas
religiosas, cuántos viven como si Dios no existiera. Y por más que
se habla y se buscan remedios, persisten en el mundo el hambre, las
injusticias y los abusos contra los derechos humanos.
Pero nuestro querido papa
Francisco comentando el “Magnificat” del evangelio de hoy, nos
dice que precisamente en los momentos difíciles, en las situaciones
dolorosas, allí donde se aparecen el dolor y la cruz, es
especialmente saludable invocar a Dios e impregnarnos del espíritu
de María, y de su cántico de esperanza. Dice el papa: “Donde está
la cruz, para nosotros cristianos, está la esperanza, siempre. Si no
está la esperanza nosotros no somos cristianos.
Y continúa el papa: ¡Que no
nos roben la esperanza, porque esta fuerza es una gracia, un don de
Dios que nos lleva adelante mirando el cielo! Esperanza es la virtud
del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida
y la muerte. Es la virtud del que cree en la resurrección de Cristo,
en la victoria del amor.
María dice: "Proclama mi
alma la grandeza del Señor". Y María está siempre allí,
cercana a esas comunidades que sufren, a esos hermanos nuestros,
camina con ellos, sufre con ellos, y canta con ellos el Magnificat de
la esperanza. Y canta con nosotros en estos momentos de pandemia.
Queridos hermanos y hermanas,
“con María, que está en los cielos, y por Cristo, con él y en
él, sea nuestra eucaristía una súplica a Dios y un cántico de
esperanza.