-Textos:
-Is 63, 16c-17. 19c; 64, 2b-7
-Sal 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19
-1 Co, 1, 3-9
-Mc 13, 33-37
“Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento”
Queridas hermanos benedictinas y queridos hermanos todos:
“Estad atentos, vigilad…”. Esta es la consigna principal del evangelio de este primer domingo de adviento. Consigna que hemos venido escuchando en los últimos días del año litúrgico que acaba de concluir. ¿Por qué nuestra Madre Iglesia, y Dios mismo a través de ella nos recomienda tan insistentemente este mensaje? ¿Será que Dios y la Iglesia nos ven dormidos? Esta es la primera pregunta que conviene que nos hagamos al comenzar este tiempo de adviento.
Pensemos un poco, en España somos mayoría los bautizados como cristianos católicos, sin embargo el ambiente de la calle, los comportamientos de gran parte de la población es la de vivir como si Dios no existiera, y como si los bautizados tratáramos no más que flotar y sobrevivir sobre la marea imparable de secularismo y paganismo.
Dios, a través de la liturgia de la Iglesia nos grita en este tiempo de adviento: ¿Estad atentos, vigilad… no sea que venga inesperadamente el final y os encuentre dormidos”.
El adviento es un tiempo fuerte de gracia de Dios, que quiere disponer nuestro ánimo de la mejor manera, para prepararnos a la Navidad. Para que el misterio tan entrañable, tan inmenso y beneficioso, para la vida y la salvación del mundo que ocurre en Navidad, lo vivamos religiosa y cristianamente.
Muchos de nosotros ya nos estamos preguntando cómo podremos vivir la Navidad en este año del maléfico coronavirus. Para algunos da dificultad y la pena inevitable es que no podremos organizar cenas y banquete, y algaradas en las calles con champán y bien colocados. Porque eso son para ellos las navidades. Cierto que hay un aspecto profundamente humano y cristiano con las reuniones en familia que inevitablemente quedaran aminoradas, pero el corazón de la Navidad lo esencial de esta fiesta es el misterio de la encarnación, por el que el Hijo de Dios se hace hombre para que los hombres podamos llegar a ser hijos de Dios, ese misterio tan inimaginable, pero tan cierto y trascendental sí lo podremos celebrar. Y el covid 19 no tiene poder contra él.
Y para esto es el adviento, para prepararnos a una Navidad religiosa y santa, de la que salgamos más creyentes en Dios y más hermanos de nuestros prójimos.
Entonces, ¿qué tenemos que hacer para vivir bien el adviento? Nos convendrá a todos leer y meditar despacio la primera lectura del profeta Isaías que hemos escuchado. En dos palabras podemos sintetizar su mensaje: Oración y reforma de vida.
Oración: “¡Ven, Señor, Jesús! ¡Ven!” “¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! ¡Ven!, porque nadie, ni dioses, ni ídolos ni hombres, han hecho por quien han esperado en ellos, como tú has hecho con nosotros. ¡Ven y sálvanos!
Reforma de vida: “He aquí que estabas airado y nosotros hemos pecado”. Adviento tiene una fuerte llamada a cambiar de vida. Mirar a los hijos y dar un más claro testimonio de fe, mirar a los pobres e imponernos un estilo de vida más austero, mirar a mi hermano y perdonarle o pedirle perdón: Adviento nos llama a invocar a Dios, a hacer más oración, y también a acudir a la confesión, al sacramento de la penitencia.
El adviento vivido de esta manera será una gracia de Dios grande para cada uno y nos dispondrá el alma para acoger y beneficiarnos de la gran gracia de la Navidad.