-Textos:
-Sam 7, 1-5. 8b-11. 16
-Sal 88, 2-5. 27 y 29
-Ro 16, 25-27
-Lc 1, 26-38
“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¡Qué necesidad tenemos todos de Dios! ¡Qué necesidad tenemos de que Dios se haga presente en este mundo en el que vivimos. Ante la pandemia indómita del corona-virus, que estamos padeciendo. Todos estamos esperando que llegue cuanto antes la vacuna eficaz. Muchos se quedan ahí, no piensan más. Pero necesitamos de Dios que ilumine y ampare a los científicos para que no se rindan y consigan por fin el remedio eficaz, necesitamos a Dios para que levante el ánimo de los médicos y de todos los sanitarios para que su generosidad y su esfuerzo den frutos de vida y de salud. La vacuna no hace inútil la presencia de Dios, todo lo contrario la reclama para que sea eficaz.
Necesitamos a Dios, este mundo necesita a Dios, para que despierte la conciencia de todos los cristianos y de la sociedad entera, ante las leyes deshumanizadoras y ateas que permiten la eutanasia. Necesitamos de Dios que ampara el respeto absoluto y fundamenta la dignidad de todo ser humano.
Necesitamos de Dios, sí, y esta es la gran noticia, Dios está con nosotros y Dios viene de nuevo a este mundo, para hacerse presente con una presencia renovada y renovadora. Retengamos las palabras del evangelio: “No temas, María… Concebirás y darás a luz un hijo, y lo pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo”.
Sí, hermanos, es un misterio tan admirable y trae bienes tan necesarios, que nos conviene prepararnos bien para beneficiarnos de ellos.
Hoy, en esta eucaristía, contamos con el ejemplo y la ayuda de la Virgen María para disponernos bien y religiosamente a la Navidad.
Voy a subrayar un detalle en la escena de la Anunciación a María: Ella estaba ahí, estaba atenta y esperando la posible venida de Dios. Y Dios vino a ella, porque quería contar con ella para realizar el plan para salvar al mundo del pecado. Y María estaba ahí, disponible, atenta a la posible palabra de Dios. Y Dios le habló y ella le escuchó y le dijo sí. ¿Qué hubiera pasado si Dios envía al ángel Gabriel a Nazaret, y María está distraída, ocupada en mil quehaceres, pero no atenta a la posible llamada de Dios? ¿Qué hubiera sido del mundo? ¿Qué hubiera sido de María?
Esto es lo primero que tenemos que hacer en estos días previos a la Navidad: estar atentos y disponibles por si Dios nos habla y quiere contar con nosotros.
El sin duda quiere que el mundo se entere de que no estamos solos a merced del virus y de otros poderes contrarios al hombre y a Dios; quiere contar con nosotros, como ha contado con María, para anunciar que Dios nos ama, hasta el punto de enviar a su propio Hijo y nos ofrece la fuerza del Espíritu Santo. Dios nos llama para que con Jesús y su Espíritu hagamos un mundo en el que se respete absolutamente la dignidad de todo ser humano; y que luchemos por la vida y la salud de todos, sobre todo de los más débiles e indefensos; Dios nos llama para que vivamos alegres con la esperanza de que llegará un mundo nuevo y un tierra nueva y una vida eterna.
Para esto también hemos de contar con María, y decir como ella: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”