1.- Situación socio-religiosa de Jerusalén a pocos años de la muerte y
resurrección de Jesús:
Judíos hebreos, y judíos helenistas o griegos, nacidos en la diáspora,
y que se habían establecido en Jerusalén. Este grupo había pobreza. Un peligro:
dejar marginadas a personas necesitadas helenistas, particularmente a viudas,
que no estaban con apoyo social de parientes…
Los apóstoles decidieron escoger a siete varones helenista “de buena
fama y llenos del Espíritu Santo y de sabiduría”. El primer elegido es Esteban.
Les impusieron las manos. Rito importante para transmitirles un encargo
oficial, y a la vez una gracia de Dios para poder cumplir debidamente el
encargo.
San Esteban, según cuenta san Lucas en los Hechos de los apóstoles,
además de hacer la obra social y caritativa de dar alimento y socorrer las
necesidades de los helenistas, se cuida muy mucho de anunciar el evangelio.
San Esteba había comprendido que todo el Antiguo Testamento era una
preparación y un anuncio que se cumplía en Jesucristo. En el fondo, habla de
Jesús e invitaba a creer en él. Se atrevió a decir que el templo de Jerusalén
no era el lugar para el culto verdadero a Yahvé. Porque el verdadero templo de
Dios, el lugar donde, a partir de la llegada de Jesús al mundo, los hombres
podían encontrarse con Dios era Jesucristo, la persona misma de Jesús. Esto
lógicamente era invertir totalmente la religión judía.
Y provocó la sentencia de muerte a San Esteban. Murió mártir de la fe,
como hemos visto en la lectura de los Hechos de los apóstoles. Y pronunciando
las misma palabras de Jesús en el Calvario. Jesús había dicho: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen”;
san Esteban muere diciendo: “Señor
recibe mi espíritu”, “Señor no les tengas en cuenta este pecado”.
Dos lecciones podemos aprender del patrón de nuestra parroquia, sobre
todo, en este domingo de la Jornada: la primera: San Esteba, practica las obras
de caridad y ayuda a los pobres, pero a la vez anuncia a Jesucristo. La
segunda, la cruz, el martirio, fue para san Esteba el momento de la bendición y
salvación para ir a Dios.
La cruz . Somos familia de mártires. El misterio de la cruz en nuestra
vida: No es deseable ni previsible que
una confesión de la fe, nos lleve al martirio, aún en este mundo occidental,
inevitable en nuestra vida, la podemos convertir en bendición. Sabiendo desde
la fe aceptar la cruz, ésta se puede convertir en nosotros en bendición, que no
ayuda a crecer y superarnos en esta vida, y nos abre las puertas del cielo.