miércoles, 6 de enero de 2021

FIESTA DE LA EPIFANÍA

-Textos:

       -Is 60, 1-6

       -Sal 71, 2. 7-8. 10-13

       -Ef 3, 2-3a- 5-6

       -Mt 2, 1-12

Vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después le ofrecieron regalos…”

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Hoy popularmente celebramos la fiesta de los Reyes Magos, la liturgia la llama fiesta de la Epifanía del Señor, de la manifestación del Señor a todo el mundo.

Dios se ha hecho hombre, ha nacido en Belén para salvar a todo el mundo. Desde este punto de vista, que es el más importante, la fiesta de hoy es una fiesta eminentemente misionera. Para acordarnos de los misioneros y misioneras cristianos esparcidos por todo el mundo anunciando el evangelio, para pedir por las vocaciones misioneras, y para reavivar en nosotros la conciencia misionera.

No caemos en la cuenta suficientemente de lo necesario que es que el mundo crea en Jesucristo: los bienes y la felicidad que aporta para esta vida, y la esperanza que suscita para la vida eterna: “No hay judío y griego -dice San Pablo-, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todo vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Esencialmente iguales, y dotados de la misma dignidad, porque somos imagen y semejanza de Dios. Ante Dios valemos tanto que para él ha merecido la pena bajar del cielo a la tierra, hacerse hombre para salvar a los hombres del pecado y de la muerte, y nacer pobre para mostrar su preferencia por los pobres, los débiles y los más desfavorecidos. Y además, con su resurrección, abrirnos a la esperanza de una vida eterna y feliz.

No caemos en la cuenta todo lo que significa esto para dar sentido a la vida y situarnos en ella. Los misioneros, sí que han tenido muy vivo el sentimiento de llevar por todo el mundo esta manera de ver la vida, y de dar a conocer la trascendencia que tiene que Dios se haya hecho hombre, y que Jesucristo, Hijo de Dios, haya nacido pobre en un portal.

Ante la escena de los Magos tenemos que reavivar nuestra conciencia misionera y ser testigos abiertos y transmisores de la fe a las generaciones jóvenes.

¿Cómo ser testigos y transmisores de la fe?

Observemos despacio la escena de los Magos. Ponemos la atención en los regalos, pero el evangelio subraya primero que “cayendo de rodillas lo adoraron”. Adora el que cree en Dios, adorar es dar la persona, entregarse; adorar y ponerse de rodillas es digno solo ante Dios. En su gesto de adoración los magos demuestran que creen en Dios, y nos descubren a todos que ese Niño ante el cual se postran y adora es Dios. Por eso los Magos se cuentan entre los primeros testigos, transmisores de la fe. Por eso ellos son una llamada y una lección para todos nosotros. Sí, ofrecen cosas y muy valiosas, sobre todo por su valor simbólico, pero antes, adoran a Jesús, como a Dios. Antes de regalar cosas entregan sus personas, se ponen a disposición de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Es la gran lección: Hoy en día, ¿en qué queda la fiesta de los reyes? La preocupación son los regalos, que no tienen mucho de simbólicos, pero queda en segundo plano, o desaparece del todo, el testimonio de fe, la adoración de Jesús, como Dios y Salvador de los hombres y del mundo entero.

La eucaristía que estamos celebrando nos ofrece la oportunidad de rectificar: Adoremos al Señor, el niño de Belén y comulguemos con Él: que él avive nuestra fe y nos comunique el temple misionero para transmitirla.