-Textos:
-Núm. 8, 22-27
-Sal 66, 2-3. 5. 6 y 8
-Gal 4, 4-7
-Lc 2, 16-21.
“Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer…”
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
¡Feliz Año Nuevo! Es la fórmula convencional que hoy todos repetiremos muchas veces, añadiendo el deseo de que este 2021 sea mejor que el 2020.
La palabra de Dios en la liturgia nos lo dice con un sentido más profundo, nos invita a que nuestros buenos deseos no se queden solo en palabras ni siquiera solo en una invocación de cordialidad humana, sino que vayamos hasta el fondo y que nuestro deseo se fundamente en Dios. Repito la bendición bíblica de la primera lectura como la mejor, la más bella y rica fórmula para transmitir un deseo amoroso y saludable: “El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostros sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”.
Pero, si somos fieles al sentido de la celebración de este día, tendremos que advertir que hoy es el último de la octava de Navidad, y la liturgia nos invita a contemplar a María con el título más valioso, más digno y extraordinario que tiene: La Virgen María es Madre de Dios. En ella, por obra del Espíritu Santo, el Hijo de Dios, se hizo hombre como nosotros, y nació pobre y humilde en Belén. Esta colaboración obediente a Dios, hizo a María, Madre de Dios.
En el famoso concilio de Éfeso, en el siglo V, los Padres de la Iglesia proclamaron que Jesucristo era verdadero Dios y verdadero hombre, y reconocieron además que María es consecuentemente Madre de Jesucristo y por consiguiente Madre de Dios. En ese momento el pueblo cristiano salió a la calle irrumpiendo en una manifestación clamorosa de gozo y entusiasmo, cuyo espíritu contagió a la Iglesia universal y dura hasta nuestros días.
Muchas consideraciones se pueden hacer sobre la verdad de la Virgen María Madre de Dios. Nos vamos a quedar en este primer día del año 2021 solo con una: El poder extraordinario que tiene María ante Dios a favor de los hombres, a favor de nosotros. El concilio Vaticano II dice: “La Virgen, cuando subió a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna. Con amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustia y peligros, hasta que lleguen a la patria feliz”
Desde siempre, en las primeras comunidades cristianas y a lo largo de la tradición de la Iglesia hasta hoy la fe de los creyentes intuye la poderosa y eficaz intercesión de María a favor de todos los hombres.
Al comenzar el año 2021 acudamos a Dios, que él sea protagonista de nuestra vida, y acudamos a su Madre y Madre nuestra, la Virgen María. Su intercesión amorosa nos llena de confianza. Pidamos, cómo no, que si, 2020 ha sido el año de la pandemia, el 2021 sea el año del fin de la pandemia; pidamos sobre todo que sea un año de paz donde los derechos fundamentales de las personas sean respetados; un año en el que la fe, la esperanza y la caridad, crezcan en cada uno de nosotros y en todo el mundo.