domingo, 21 de febrero de 2021

DOMINGO I DE CUARESMA (B)

-Textos:

       -Gen 9, 8-15

       -Sal 24, 4-5a. 6. 7cd. 8-9

       -1 Pe 3, 18-22

       -Mc 1, 12-15

Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”.

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Se ha cumplido el tiempo, ha llegado la cuaresma. La pandemia y sus penosas consecuencias atraen toda la atención y desplazan cualquier otro pensamiento. Pero, gracias a Dios, no somos solo cuerpo y materia, tenemos un espíritu abierto siempre a la posibilidad de crecer, de superarnos, de mejorar nuestras condiciones de vida física, espiritual y social. Y nosotros, además, hemos tenido la gracia de la fe.

Hoy, para nosotros cristianos, comienza un tiempo muy especial, la cuaresma. Volvamos nuestra atención a las palabras finales del evangelio: “Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”.

La pandemia no puede obsesionarnos y cerrarnos a otras posibilidades como es la llamada de Dios para atender la voz de nuestra conciencia, cómo van nuestras relaciones con Dios y con el prójimo.

La cuaresma es una oportunidad, un tiempo de gracia. Dios tiene prevista una gracia particular y específica para cada uno de nosotros, en estos cuarenta días hasta la Pascua. No desperdiciemos esta gracia. “Si hoy escucháis la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”.

¿Qué podemos hacer?

Lo que tenemos que hacer en todo momento los cristianos: poner los ojos en Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo se encuentra en un momento decisivo de su vida. En el momento de su bautismo en el Jordán su Padre Dios le ha enviado a salir a la vida pública y a predicar el evangelio; después él ha tenido la noticia de que su predecesor, Juan el Bautista, ha sido apresado y muerto por Herodes. Jesús sabe que la misión que va a empezar tiene muchos riesgos. Jesús, no duda, pero piensa y escucha la voz de Dios; y primero de todo, va al desierto, llevado del Espíritu Santo.

Jesús sabía que en el desierto el Padre Dios hablaba al corazón palabras de amor y de consuelo; sabía que también probaba a sus elegidos para saber qué había en sus corazones. Y Jesús, antes de lanzarse a la gran misión de anunciar el Reino de Dios, va al desierto.

El desierto ofrece muchas posibilidades: Vida austera, oración, mirada hacia el interior de sí mismo, liberar el corazón de miedos, de apegos y dependencias, y así disponer el espíritu para escuchar la voz de Dios y llevarla a la práctica. Jesús, en este momento crucial de su vida, fue al desierto y estuvo cuarenta días.

Queridas hermanas y queridos hermanos todos: Vida austera, silencio, oración y reflexión. La pandemia nos preocupa, nos está condicionando todos los aspectos de nuestra vida; los medios de comunicación anuncian mucho más problemas que buenas noticias.

La Iglesia hoy nos invita a una experiencia espiritual y de fe, que promete ser una experiencia enormemente saludable y benéfica para nuestro espíritu y para nuestra vida en general. Y quizás un experiencia absolutamente necesaria para rectificar y corregir conductas que Dios no aprueba, y que hacen daño a nuestros prójimos.

Hagamos un plan para esta cuaresma. Dios nos promete una gracia especial, es una oportunidad para nuestra alma.

Entremos en la cuaresma. Y ahora vengamos a la eucaristía; que Jesús nos dé fuerzas para llevar a efecto estas propuestas que nos hace.