-Dt
4, 32-34. 39-40
-Dan
32, 4-6. 9. 18-20. 22
-Ro
8, 14-17
-Mt
28, 16-20
“Habéis
recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: “¡Abba, Padre!”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
En este domingo
celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, y la Jornada “Pro orantibus”, de
la vida contemplativa.
Acercarnos al
misterio de la Santísima Trinidad es acercarnos al corazón mismo de Dios.
No podemos olvidar que fuimos bautizados en el “Nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, y al invocar así el nombre de Dios
sobre nosotros, recibimos la gracia y la vida de Dios, fuimos hechos hijos
adoptivos de Dios como hemos escuchado en la segunda lectura. ¡Qué hermosa la
costumbre de santiguarnos frecuentemente
con “el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Es entrar en nuestra
casa, en nuestro hogar, en lo más íntimo de nuestro ser, de nuestra vocación.
Es acercarnos a la lumbre que ilumina nuestra vida, y que da sentido a todo lo
que debemos hacer y hacemos en nuestra vida.
La pena es
que muchos y muy a menudo olvidamos
acudir a este hogar, donde Dios habita, donde somos habitados por Dios. Y
quedamos perdidos y desorientados en la superficie, en la hojarasca de nuestra
vida.
Pero unas
hermanas y unos hermanos nuestros, miembros de nuestra Iglesia, creyentes y
seguidores de Jesús vienen a nuestro encuentro
para ayudarnos a descubrir lo más esencial de nuestra identidad
cristiana: Son los monjes y las monjas, los agraciados con la gracia de la
vocación contemplativa.
Nuestro papa
Francisco, tiene una definición preciosa de lo que es la vida contemplativa, dice: “La vida consagrada es
una historia de amor apasionado por el Señor y por la humanidad: en la vida
contemplativa esta historia se despliega, día a día, a través de la apasionada búsqueda del rostro de Dios… A Cristo, Señor, “que nos amó primero” y “se entregó por nosotros”, vosotras,
mujeres contemplativas respondéis con la ofrenda de toda vuestra vida, viviendo
en Él y para Él”.
El lema de la
Jornada de este año es muy acertado y oportuno, teniendo en cuenta la
lamentable situación que estamos padeciendo a causa de la pandemia. Dice el
lema: “La vida contemplativa, cerca de Dios y del dolor humano”. Hay una
relación muy estrecha entre la sensibilidad para con Dios y la sensibilidad
para con el dolor humano. Nuestro señor Arzobispo expone esta idea y nos ha
dicho con motivo de esta Jornada:
“Nuestros hermanos contemplativos sufren cuando el mundo sufre, porque su
apartarse del mundo para buscar a Dios es una de las formas más bellas de
acercarse al mundo a través de Dios”.
Sí, estas hermanas benedictinas,
que nos acogen semanal o diariamente en la eucaristía, oran a Dios porque lo
aman, y oran a Dios por nosotros, porque saben que nosotros, especialmente, los
que sufren, estamos en el corazón de Dios.
Recordemos hoy a los monjes y monjas que viven en comunidad y en clausura, y a todos los contemplativos: y los vamos a recordar con admiración y gratitud. Pidamos que Dios los custodie en su amor, los bendiga con nuevas vocaciones, los aliente en la fidelidad cotidiana y les mantenga en la alegría de la fe.-