-Textos:
-Ex 24, 3-8
-Sal 115, 12-13. 15-18
-Heb 9, 11-15
-Mc 14, 12-16. 22-26
“Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre de la alianza que es demarrada por muchos”
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Domingo del
“Corpus Christi”, del Cuerpo y de la Sangre del Señor, y “Día de la Caridad”.
El
evangelio de Marcos, que acabamos de escuchar, destaca principalmente dos
aspectos de la eucaristía: La eucaristía es una comida, una cena: “¿Dónde quieres que vayamos a preparar la cena de Pascua?”,
preguntan los discípulos a Jesús. Y, segundo, en la eucaristía Jesucristo está
dándose, entregándose: “Esta es mi sangre
de la alianza, que se derrama por muchos”.
Porque la
eucaristía es comida pascual en torno a Jesús, la eucaristía crea comunidad,
comunión y fraternidad. La eucaristía es exigencia de comunión y fraternidad.
Lo dice de manera muy convincente San Pablo: “El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre
de Cristo? Y el pan que partimos ¿no
es comunión con el cuerpo de Cristo? El pan es uno y así, aunque somos muchos,
formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan”.
Y porque la
eucaristía es presencia real de Cristo resucitado en acto de donación y
entrega, la eucaristía genera en quienes participamos y comulgamos un dinamismo
interior que nos impulsa a darnos y entregarnos a los demás. Sobre todo a los
más necesitados. Es impensable y es pura contradicción comulgar con Cristo que
da la vida por nosotros, y seguir nosotros cerrados en el individualismo, en el
egocentrismo y en nuestra posición privilegiada.
Es fácil
comprender por qué la Iglesia española y
la institución de Caritas han escogido esta fiesta del “Corpus Christi” como Día de la Caridad. Día
especialmente indicado para que los cristianos tomemos conciencia de que participar
en la eucaristía implica el deber de contribuir de manera efectiva a ayudar al
prójimo necesitado, que, debido a la pandemia o a otras circunstancias, vive en
unas condiciones de vida que no corresponden a su dignidad humana.
En una
Carta de presentación de la Jornada de Caritas, los obispos españoles nos
preguntan: ¿Cómo vivir la eucaristía sin estar cerca de aquellos hermanos
nuestros, pobres, hambrientos sedientos, perseguidos o encarcelados con quienes
Cristo se identifica?
Recordamos
todos aquellas palabras de S. Pablo a los Corintios: “Así, cuando os reunís en comunidad, eso nos es comer la Cena del Señor,
pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre el
otro está borracho”.
Hoy, queridos
hermanos, fiesta del Corpus Christi y Día de la Caridad, al adorar al Santísimo
en la Eucaristía nos adentramos en un dinamismo de acción de gracias a Dios y
de adoración por el milagro de la
presencia real de Jesucristo humilde, cercano y accesible a nosotros. Pero también
nos adentramos en la responsabilidad de ser coherentes con un amor solidario al
hermano, sobre todo, al hermano pobre, indigente y marginado.
Comulgar
con Jesucristo implica comulgar con todos por quienes Cristo ha dado la vida.