-Éx
16, 2-4. 12-15
-Sal
77, 3. 4bc. 23.15. 54
-Ef
4, 17. 20-24
-Jn
6, 24-35
“Me buscáis, no porque habéis visto signos,
sino porque comisteis pan hasta saciaros”.
Hoy, domingo, 1 de agosto, mes especial para vacaciones. A pesar de la pandemia, son
muchos, aunque no somos todos, los que estarán pensando en salir de vacaciones,
si no es que ya las están disfrutando. Todos merecemos un descanso para reparar
el desgaste del trabajo cotidiano y la pesantez de la rutina de la vida diaria.
Las vacaciones son un bien para la salud, un derecho
laboral conquistado, y también un exponente de la sociedad del bienestar.
El bienestar material es para muchos la meta más
alta a la que se puede llegar, el ideal supremo de la vida. Lo importante es
vivir bien: tranquilidad, seguridad, salud, amor, y gozar de buena imagen ante
los demás. En esto consiste la felicidad, no hay más.
Pero sucede que estos bienes: seguridad, salud,
dinero y otros, que son bienes legítimos y necesarios, son bienes limitados y
caducos. No logran hacernos plenamente felices, y nos vamos de este mundo,
insatisfechos. “Me buscáis porque
comisteis pan hasta saciaros”. ¿Basta con afanarnos por alcanzar el
bienestar material?
Nos conviene entrar dentro de nosotros mismos, hacer
silencio y dejar caer preguntas como: ¿Quién soy yo? ¿A dónde voy? Puede ser
que entonces descubra que en el fondo, fondo, mi vocación es amar y ser amado,
y que estoy hecho para una felicidad plena, absoluta y eterna. Soy un ser para
la eternidad. Y si no alcanzo esa vocación ultima, mi vida queda frustrada.
Aquí viene el mensaje de Jesús en el evangelio de
hoy, parece casi un reproche: “Me buscáis
porque comisteis pan hasta saciaros”.
Pero Jesús, como siempre, no se queda en reproches,
sino que nos propone un camino y nos ofrece una respuesta. Recojamos dos
mensajes suyos en el evangelio de hoy. El primero, a la pregunta de la gente: “¿Qué tenemos que hacer para realizar las
obras de Dios?” Jesús responde: “Esta
es la obra de Dios: que creáis en el que
él ha enviado”. Creer en Jesús;
Jesús es el camino para la plena felicidad del hombre.
El segundo mensaje lo encontramos al final del
evangelio: “Yo soy el pan de vida, el que
viene a mí, no tendrá hambre, el
que cree en mí no tendrá jamás sed”.
Jesucristo sacia el hambre de amor infinito, y la sed de felicidad absoluta que sentimos, porque
“él
es el pan de Dios que baja del cielo y da la vida al mundo”.
En la eucaristía vamos asimilando este pan de Dios
que da la vida eterna.