domingo, 10 de octubre de 2021

DOMINGO XXVIII T.O. (B)

-Textos:

            -Sab 7, 7-11

            -Sal 89, 12-17

            -Heb 4, 12-13

            -Mc 10, 17-30

¿Qué haré para heredar la vida eterna?

Queridas hermanas benedictinas y queridos y queridos hermanos todos:

¿Pensamos en la vida eterna? Hoy en día, creo que la gente piensa cada vez menos en la vida eterna. Y si le pasa por la mente ese pensamiento, procura quitárselo  inmediatamente de la cabeza. “Nadie ha vuelto de allá”, se dicen, “Vete a saber”. Y vuelven a  sus preocupaciones de cada día, y a sus sueños y deseos; que suelen rondar todos en torno al dinero, como solución, al menos inmediata, a la mayoría de sus problemas.

Nosotros, ¿dónde nos situamos? Pensamos en Dios, sí, y quizás también en la muerte. Pero también en el dinero. Porque sin él, decimos, no se puede vivir.

Pero, ¿pensamos en la vida eterna? Yo miro a este hombre rico del evangelio. Era buen practicante de la religión, cumplía los mandamientos, tenía dinero, y, sin embargo, no estaba satisfecho  sentía algo por dentro, echaba en falta algo, buscaba…

O quizás, al oír hablar de Jesús, se le movió algo por dentro y se sintió tocado. Sus muchas riquezas no habían logrado apagar sus inquietudes más fundamentales, el más allá de la muerte, la vida eterna.

Y nosotros, ¿cómo andamos?  Porque creo que somos bastante ricos, estamos ricamente establecidos en una cierta comodidad, y bastante bien asegurados los días que nos quedan por vivir.

Jesús le dice a este hombre que le falta algo. Y fijémonos, no se refiere al dinero, sino a los mandamientos. Este hombre cumple los mandamientos, y le falta algo. ¿No os sentís  implicados y afectados por esa situación?  Nosotros cumplimos más o menos con los mandamientos de la Ley de Dios, y también, con los de la Iglesia. Jesús nos dice hoy, a nosotros: “Te falta algo”.

Pero, perdonadme, me he saltado un detalle importante en este evangelio que dice: “Jesús se le quedó mirando con cariño”. Jesús, esta mañana, a cada uno de nosotros, nos mira con cariño. Es importante, hagamos oración pensando en estas palabras de Jesús dirigidas a mí.

Si me dejo tocar afectivamente por esta mirada de Jesús, quizás, podré sobreponerme al susto y al escándalo que provocan las siguientes palabras de Jesús: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”.

Lo que nos espanta es dar todo el dinero. Pero, lo importante es que pongamos primero la atención en la segunda parte de la frase: “Y luego, sígueme, porque así tendrás un tesoro en el cielo”. En Jesús está la verdadera sabiduría, ¡Él es la Sabiduría de Dios encarnada! Es “el camino, la verdad y la vida”, “quien le sigue no anda en tinieblas”.

Jesús, lo dice este evangelio, nos pide mucho: darlo todo, pero nos da mucho más: Nos invita a seguirle, a estar con él, nos introduce en el círculo de sus amigos, cuenta con nosotros para su gran proyecto: Ir por todo el mundo y anunciar el evangelio.

Queridos hermanos y hermanas: Aquel hombre se marchó triste, porque era muy rico…, ¿y nosotros?