-Textos:
-Da 7, 13-14
-Sal 92, 1-2. 5
-Ap 1, 5-8
-Jn 18, 33b-37
“Tú lo
dices: Soy Rey”. “Mi reino no es de este mundo”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Celebremos la
fiesta de Jesucristo, Rey del universo, y convirtámonos todos en testigos y
pregoneros de esperanza: Dios por medio de Jesucristo prepara para todos los
hombres y para el universo entero un reino de “la verdad y la vida, el reino de
la santidad y de la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz”.
Reafirmemos hoy
nuestra fe en Jesucristo Rey del universo: En el evangelio, ante Pilato,
Jesucristo declara firme y solemnemente: Si, “Mi reino no es de este mundo”, pero, “tú lo dices: yo soy rey”.
Pero, ¿Cómo es
posible?, decimos nosotros; ¿Quién puede creerlo? Tu trono va a ser una cruz,
tu cetro, una caña, tu corona, unas espinas punzantes. “¿Tú eres rey?”.
Sí, pero mi
reino no se asienta sobre las armas, ni sobre el dinero, ni sobre el poder que
viola la libertad, ni sobre la manipulación de las mentes y las conciencias, ni
a través del miedo y la mentira. Mi Reino se cimienta en el amor.
Hermanas y
hermanos, todos: Esta es la buena noticia de la fiesta de Cristo Rey: Dios cree
en el amor; no en cualquier amor, sino
en su amor, el amor verdadero, cree en su amor infinito y divino: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó
a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida
eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él”.
Dios no se
apoya en la fuerza que priva la libertad, Dios se apoya en el amor verdadero que atrae y gana la libertad. Amor
que sirve por amor. Ahí tenemos a Jesucristo lavando los pies de sus discípulos: “Si yo, el Maestro, os he lavado los pies,
también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”; “El que quiera ser
primero entre vosotros, sea el servidor de todos”.
Ahí tenemos a
Jesucristo, maniatado y camino de la
cruz. Porque nadie nos ama más verdaderamente que el que da la vida por
nosotros. San Pablo dice lacónicamente: “Me
amó y se entregó por mí”.
Hoy es un día
para despertar a amar, sacudir nuestra mediocridad, y rendirnos al amor de Dios
manifestado en Cristo Jesús, que nos amó y se entregó por nosotros.
Rendirnos al
amor infinito de Cristo Rey, y convertirnos en testigos de ese amor en el mundo. Nosotros los
cristianos que bebemos de las fuentes del amor que mana del costado de Cristo,
estamos llamados por Dios a impregnar el mundo de este amor.
¿Cómo? Al modo
suyo: amar y servir. Servir por amor a todos, sobre todo, al necesitado.
Esperamos
en Cristo, seamos testigos y sembradores del amor de Cristo: el reino de “la
verdad y la vida, el reino de la santidad y de la gracia, el reino de la
justicia, el amor y la paz”.