-Textos:
-Sof
3, 14-18ª
-Sal Is 12, 2-3. 4b-6
-Fil
4, 4-7
-Lc 3, 10-18
“Alégrate
hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija
de Jerusalén”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
La celebración
eucarística de hoy es la mejor vitamina que podemos tomar para la alegría, para
levantar el ánimo, para tomar fuerzas ante las mayores dificultades.
Porque es Dios mismo quien viene esta mañana y nos
habla y se desborda en palabras de ánimo
y en promesas: -“Alégrate hija de Sión,
grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de
Jerusalén”. Esto nos dice en la primera lectura, y en la segunda, insiste
y nos lleva a la fuente de la alegría
con palabras de san Pablo: “Alegraos
siempre en el Señor; os lo repito, alegraos… El Señor está cerca”.
Sí, la fuente
de la alegría es el Señor, el Señor Jesús, y Jesús está cerca. Sí, esta noticia
es palabra de Dios, nos la dice Dios mismo, hoy y aquí. Viene a nosotros,
quiere acampar entre nosotros, hacerse nuestro compañero de camino; en las
alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad. La fuente de la
alegría para todos es el Señor, y está cerca. El profeta Sofonías nos dice algo
más: no sólo está cerca, “El Señor,
Jesucristo, está en medio de ti, no temas mal alguno… ¡No temas!, ¡Sión,
no desfallezcas!”.
¡Qué bien nos
viene escuchar estas palabras! Abrimos temerosos la televisión y la radio, y
leemos resignados los titulares de los periódicos riadas, inundaciones,
estadísticas sobre el corona virus; seguramente que hay muchas amas de casa y
trabajadores que temen despegar la hoja del calendario, porque no saben si les
va a llegar el sueldo hasta final de mes…
No todo es
calamitoso, persiste la ilusión de la Navidad.
En medio de
este clima social, la Palabra de Dios hoy despeja nuestro cielo: “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito,
alegraos… El Señor está cerca”. “El Señor, está en medio de ti… ¡No temas!,
¡Sión, no desfallezcas!”.
En el
evangelio, la gente preguntaba a Juan:
“¿Qué debemos hacer?”. Y nosotros en esta celebración nos preguntamos a
nosotros mismos y preguntamos a Dios: ¿Qué tengo que hacer para que la cercanía, la presencia del Señor, de
Jesús, sea en mí fuente de alegría real y sentida?
Me alegrará que
pueda venir mi hija del extranjero para
cenar con toda la familia la nochebuena, me alegrará si acierto los regalos que
quiero comprar a mis hijos o a la abuela o a mi amigo, pero la noticia “que viene
el Señor”, ¿cómo puedo hacer para que sea alegría de mi vida?
La clave está en la fe, en Jesucristo.
La fe es la
puerta abierta por donde entra la gracia de Dios y se hace real y sentida la
presencia de Jesús en nuestra vida.
Y la fe se
activa por la escucha de la Palabra de Dios, como dice san Pablo,
por la oración… -¿Qué oración hacemos en adviento?-, por la práctica de
los sacramentos, -la eucaristía, la penitencia, la confesión-, y muy
importante, las obras de misericordia, socorrer al pobre, visitar y atender a
los enfermos... Todas esas prácticas, antes de Navidad, y en Navidad y siempre,
hacen que noticias como que “el Señor está
cerca” y “está en medio de ti”, sean realmente fuente abundante y saludable de
alegría. Y alegría de la buena, la de Dios.