-Textos:
-Neh
8, 2-4a. 5-6. 8-10
-Sal 18, 8-10. 15
-1 Co 12, 12-30
-Lc 1, 1-4. 4, 14-21
“Hoy se ha
cumplido esta Escritura que acabáis de oír”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Tres notas
caracterizan la identidad cristiana: Jesucristo, la Iglesia y la Palabra de
Dios. La fe en Jesucristo, la pertenencia y la participación en la Iglesia, y
la escucha y práctica de la palabra de Dios.
Os invito, en primer lugar, a poner la atención en las palabras finales del evangelio: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”.
¿Qué ha
ocurrido, qué se cumple hoy? -Que Dios
Padre ha cumplido su promesa de enviar al Mesías, al Salvador de Israel
y de la humanidad entera. Isaías había predicho cuatro siglos antes: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha
ungido, me ha enviado para dar la buena
noticia a los pobres…”. Jesús lee estas palabras y dice con toda claridad y
valentía: “Esto se cumple hoy en mí”.
Hermanas y
hermanos, hoy nosotros estamos invitados también a clavar los ojos en Jesús, y
decir; “Sí, Señor, creo en ti. Sólo tú
tienes palabras de vida eterna”.
Segundo
elemento de la identidad cristiana: La Iglesia, la comunidad de creyentes
seguidores de Jesús:
“Pues bien, hemos
oído en la segunda lectura, vosotros sois
el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro”.
Queridas hermanas
y queridos hermanos: Hemos recibido el bautismo, hemos sido consagrados
sacerdotes, profetas y reyes; somos Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. Todos y
cada uno de nosotros tenemos una vocación y una misión en la Iglesia. Y esto no
es una carga, sino un encargo, un servicio, una responsabilidad. Los
ministerios son muy variados, todos muy valiosos y necesarios: la oración
contemplativa, la familia, la profesión y el trabajo, la dedicación a los
pobres, y marginados, el anuncio del evangelio a los no bautizados, y muchos
más. No es que no haya muchos cristianos bautizados, lo que falta es bautizados
conscientes y contentos de ser cristianos, miembros de un pueblo para anunciar
a Cristo y a su evangelio.
Y tercer
elemento de nuestra identidad, la escucha de la Palabra de Dios.
Qué relato más
interesante el de la primera lectura: Un pueblo que viene del exilio, que
encuentra su país abandonado, el templo destruido, los campos ocupados por
otros que no son propietarios. En medio de esa desolación los lideres convocan
al pueblo, abren la biblia y la proclaman: El pueblo ve cómo la Palabra de Dios
enardece su ánimo, llora de emoción y de alegría, es Dios mismo quien les habla,
lo sienten presente y con ellos. En la medida que escuchan, sienten que recobran su fe, y con la fe, su identidad de pueblo de Dios. “No estéis tristes, ni lloréis—Id y comed buenos manjares… invitad a
los que no tienen nada preparado… Este es el día consagrado al Señor. No estéis
tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza”.
Queridos
hermanos todos: Estos son los efectos
que produce la Palabra de Dios, proclamada en comunidad, en asamblea, en
Iglesia. Cambia el ánimo y recupera el sentido de nuestra fe, nos transforma en
hermanos, en hijos de Dios y miembros del Cuerpo místico de Cristo.
La fe en
Jesucristo, la Iglesia, la palabra de Dios: Estos tres elementos esenciales, se
nos dan en el domingo y en la eucaristía, que es el corazón del domingo.
¿Queréis poner
en peligro vuestra identidad cristiana, y perder el secreto y la alegría de
creer en Jesucristo? Dejad la misa y descuidad el domingo.
¿Queréis vivir
alegres y agradecidos de ser cristianos y transmitir con entusiasmo el
evangelio de Jesús? – Respetad el domingo y participad en la eucaristía, que es
el corazón del Día del Señor.