domingo, 23 de enero de 2022

DOMINGO III T.O. (C)

-Textos:

            -Neh 8, 2-4a. 5-6. 8-10

            -Sal 18, 8-10. 15

            -1 Co 12, 12-30

            -Lc 1, 1-4. 4, 14-21

 “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”        

Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:

Tres notas caracterizan la identidad cristiana: Jesucristo, la Iglesia y la Palabra de Dios. La fe en Jesucristo, la pertenencia y la participación en la Iglesia, y la escucha y práctica de la palabra de Dios.

 Os invito, en primer lugar, a poner la atención en las palabras finales del evangelio: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír”.

¿Qué ha ocurrido, qué se cumple hoy? -Que Dios  Padre ha cumplido su promesa de enviar al Mesías, al Salvador de Israel y de la humanidad entera. Isaías había predicho cuatro siglos antes: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha ungido, me ha enviado para   dar la buena noticia a los pobres…”. Jesús lee estas palabras y dice con toda claridad y valentía: “Esto se cumple hoy en mí”.

Hermanas y hermanos, hoy nosotros estamos invitados también a clavar los ojos en Jesús, y decir; “Sí, Señor, creo  en ti. Sólo tú tienes palabras de  vida eterna”.

Segundo elemento de la identidad cristiana: La Iglesia, la comunidad de creyentes seguidores de Jesús:

“Pues bien, hemos oído en la segunda lectura, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro”.

Queridas hermanas y queridos hermanos: Hemos recibido el bautismo, hemos sido consagrados sacerdotes, profetas y reyes; somos Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. Todos y cada uno de nosotros tenemos una vocación y una misión en la Iglesia. Y esto no es una carga, sino un encargo, un servicio, una responsabilidad. Los ministerios son muy variados, todos muy valiosos y necesarios: la oración contemplativa, la familia, la profesión y el trabajo, la dedicación a los pobres, y marginados, el anuncio del evangelio a los no bautizados, y muchos más. No es que no haya muchos cristianos bautizados, lo que falta es bautizados conscientes y contentos de ser cristianos, miembros de un pueblo para anunciar a Cristo y a su evangelio.

Y tercer elemento de nuestra identidad, la escucha de la Palabra de Dios.

Qué relato más interesante el de la primera lectura: Un pueblo que viene del exilio, que encuentra su país abandonado, el templo destruido, los campos ocupados por otros que no son propietarios. En medio de esa desolación los lideres convocan al pueblo, abren la biblia y la proclaman: El pueblo ve cómo la Palabra de Dios enardece su ánimo, llora de emoción y de alegría, es Dios mismo quien les habla, lo sienten presente y con ellos. En la medida que escuchan, sienten que  recobran su fe, y con  la fe, su identidad  de pueblo de Dios. “No estéis tristes, ni lloréis—Id y comed buenos manjares… invitad a los que no tienen nada preparado… Este es el día consagrado al Señor. No estéis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza”.

Queridos hermanos todos: Estos son  los efectos que produce la Palabra de Dios, proclamada en comunidad, en asamblea, en Iglesia. Cambia el ánimo y recupera el sentido de nuestra fe, nos transforma en hermanos, en hijos de Dios y miembros del Cuerpo místico de Cristo.

La fe en Jesucristo, la Iglesia, la palabra de Dios: Estos tres elementos esenciales, se nos dan en el domingo y en la eucaristía, que es el corazón del domingo.

¿Queréis poner en peligro vuestra identidad cristiana, y perder el secreto y la alegría de creer en Jesucristo? Dejad la misa y descuidad el domingo.

¿Queréis vivir alegres y agradecidos de ser cristianos y transmitir con entusiasmo el evangelio de Jesús? – Respetad el domingo y participad en la eucaristía, que es el corazón del Día del Señor.