-Textos:
-Nú 6, 22-27
-Sal 66, 2-3. 5. 6- y 8
-Ga 4, 4-7
-Lc 2, 16-21
“Cuando llegó la plenitud de los tiempos, envió Dios
a su Hijo, nacido de mujer”.
Uno de Enero del
2022: queridas hermanas y queridos hermanos todos:
Hoy, primer día
del año celebramos la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Sí, también madre
nuestra del cielo, pero principalmente Madre de Dios.
Mucha gente aún
estarán desperezándose, algunos se habrán despertado y pensarán: “Un nuevo año,
¿será el año en que termina la pandemia? ¿Me irá mejor la salud, y el trabajo y
la familia? ¿Y en la sociedad tendremos más tranquilidad y prosperidad? Y ahí quedará todo; en ese pensamiento o en
esos deseos vagos.
Pero los que
tenemos la gracia de comenzar el año con la celebración de la eucaristía,
nos encontramos con la espléndida
sorpresa de la fiesta de Santa María Madre de Dios.
El título más grande que tiene la Virgen María, nuestra
Madre del cielo. Es el título, fuente y fundamento de todos los demás títulos
que adornan su persona y el misterio que la envuelve.
Porque María
iba a ser y es, Madre de Dios fue inmaculada y sin mancha de pecado desde su
concepción; porque iba a ser y es, Madre de Dios, fue declarada por su mismo
Hijo en la cruz, Madre nuestra y de todos los hombres; porque es Madre de Dios
fue ascendida a los cielos y coronada Reina. Porque es Madre de Dios, nosotros los hijos de Dios por el bautismo, la
reconocemos como Madre nuestra y Madre de la Iglesia.
Toda la
grandeza que adorna la persona y el misterio de María proviene del milagro de
Dios, que decidió encarnase y hacerse hombre en su Hijo, y quiso también nacer
como hombre de una mujer.
Y porque quiso
y podía hacerlo, derramó toda la sabiduría y todo el amor de su corazón en
enriquecer a su madre con todas las prendas de virtud, de belleza, de verdad y
de santidad que pueden caber en una criatura humana, en una mujer.
Hoy es un día,
para mirar a la Virgen, y contemplarla. Escoger una imagen, la que más nos
agrada y la que hemos mirado muchas veces a lo largo de nuestra vida.
Pero mejor, en
silencio, en fe y en oración, traer a la memoria todo lo que de María nos dice
la palabra de Dios, la que hoy hemos escuchado en la eucaristía. Y con la
humildad y la sencillez de los pastores, pasar y pasear nuestra mirada creyente,
de Jesús a María y de María a Jesús; y dar lugar a que nuestro corazón se
impregne de una fe, un amor y una esperanza profundas, imborrables, para todo
el año y para toda la vida.
Empecemos bien
el año nuevo, atendamos a lo esencial.
La Virgen
María, Madre de Dios y Madre nuestra, nos invita al mejor de los banquetes, la
eucaristía, y al más dulce de los dulces, disfrutar, en oración, de la nuestra
Madre del cielo, la Madre de Dios.