-Textos:
-Eclo 27, 4-7
-Sal 91, 2-3. 13-16
-1 Co 15, 54-58.
-Lc 6, 39-45
“Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
El evangelio que acabamos de escuchar es un conjunto de dichos populares que Jesús, sin duda, pronunciaba en
sus enseñanzas dirigidas a la gente sencilla que le seguía, para que le
entendieran
Me voy a fijar solamente en el último: “El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien,
y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón
habla la boca”.
Es una llamada a examinar lo que hay en nuestro corazón. Una llamada a
entrar dentro de nosotros mismos y examinar no solo nuestras acciones, ni solo
nuestros sentimientos, sino a ir más adentro todavía y examinar el corazón.
El corazón en el lenguaje bíblico y también en el lenguaje actual,
indica lo más profundo y genuino de
nosotros mismos. El corazón es la fuente de donde manan nuestras intenciones
buenas o malas, nuestras motivaciones claras o turbias, nuestras decisiones,
nuestros sentimientos, nuestras obras y palabras.
Jesús, esta mañana, nos invita a adentrarnos en nuestro interior y a
examinar lo que hay en nuestro corazón.
Del corazón salen buenos y malos sentimientos, buenos y malos deseos.
Pero S. Pablo en la segunda Carta a los corintios nos dice: “Nosotros somos templos del Dios vivo” (2 Co
6, 16). Somos templos del Espíritu
Santo.
Hermanos: Cristo Jesús habita en nosotros. Pero es preciso hacer un
camino hacia el interior de nosotros mismos, para encontrarnos con Él.
S. Agustín, amparándose en estas Palabras de san Pablo nos ofrece esta
profunda reflexión: “Volved al corazón”.
Sí, vuelve al Señor, pero primero vuelve
a tu corazón. Como en un destierro andas vagabundo y errante fuera de
ti. Te ignoras a ti mismo, ¿y vas en
busca de quien te creó?. Y, claro, no lo encuentras… ¡Vuelve! vuelve a tu
corazón; mira allí qué es lo que tal vez sientes de Dios: Allí está la imagen
de Dios. En el hombre interior habita
Cristo, y en el hombre interior serás renovado según la imagen de Dios”.
Queridos hermanos todos: Hoy quizás la interioridad está en crisis.
Vivimos absorbidos por los móviles, los videojuegos, los titulares de
periódicos y noticiarios. No tenemos tiempo para llegar al fondo de nosotros
mismos. Por eso vivimos alienados, y no logramos experimentar un encuentro personal, vivo y fecundo con Dios, con
Jesucristo. Nuestra fe es débil y superficial. Somos invitados, de muchas maneras, a salir
fuera de nosotros mismos, dejar de lado nuestra vida interior.
Hoy decimos insistentemente: Cristo está en los pobres; sal de ti, de
tu egoísmo, y vete a los pobres, ayuda a
tu prójimo. Y es verdad. Pero, ¿tu corazón dónde está?; tú, ¿dónde estás? Si tú no sabes quién eres, si tú no has
descubierto a Cristo en lo profundo de tu corazón, ¿cómo podrás ver a Cristo en
los pobres, y llevarles su Evangelio?
El próximo miércoles es “miércoles de ceniza”. Comienza la cuaresma: “Te llevaré al desierto y te hablaré al
corazón”, dice Oseas. Cuaresma, un
camino de conversión hacia la Pascua. Un camino en dos direcciones: uno hacia
fuera, escuchar la palabra de Dios, hacer penitencia, confesar nuestros pecados…
Pero otro más difícil, pero más necesario y provechoso, hacia adentro, hacia el
corazón: ¡Vuelve a tu corazón! ¡Vuelve a tu corazón! Descubre tus intenciones,
tus motivos, tus sentimientos; ponles nombre, sin miedo. Pero, no te detengas
ahí, entra más adentro, hasta allá donde
está el Señor y te espera. Encuéntrate a ti mismo, y encuéntrate con Cristo
dentro de ti.