-Textos:
-Is
6, 1-2ª. 3-8
-Sal 137, 1b-5. 7c-8
-1Co 15, 1-11
-Lc
5, 1-11
“Rema mar adentro, echad vuestras redes para
la pesca”.
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Todos tenemos vocación. Dios nos llama. Dios nos llama porque nos ama, Dios nos llama para una misión en la vida. “Nos creó porque nos amó, dice san Agustín”. Dios nos amó y, porque nos amó, fuimos bautizados en la Iglesia, nos hizo hijos suyos, nos puso un nombre y nos encomendó una misión.
Hermanos y
hermanas: Dios ha pensado en nosotros, nos ha elegido y nos ha llamado por
amor, para que nosotros podamos amar y desempeñar una misión de amor en el
mundo. Este es el sentido de la vida.
Es cierto, en
la superficie del diario vivir, vivimos urgidos por la necesidad de sobrevivir.
Tratamos de luchar de cuidar la salud, asegurar el sustento, fundar una
familia, no dejarnos vencer por las
dificultades ni por los fracasos...
Pero por debajo
de esta superficie de la vida, nosotros los humanos, hombres y mujeres,
vivimos cargados de interrogantes, que
buscan dar sentido a la vida y encontrar motivos a las alegrías y las penas, a
los fracasos y éxitos del vivir de cada día.
Y es ahí, en
estos fondos de nuestro corazón, la palabra de Dios, como luz clara y
orientadora, nos habla y nos dice: Dios te ama, Dios te llama, Dios cuenta
contigo para una misión, porque para él eres muy importante; te quiere salvar y
quiere que seas instrumento de salvación y de
vida para tus hermanos.
Este es el sentido de las palabras de Jesús a Pedro a la
orilla del mar, y las palabras que Jesús nos dirige a todos hoy: -“Rema mar adentro, echad vuestras redes para
la pesca…No temas, desde ahora serás pescador de hombres”.
Sí hermanos y
hermanas, todos tenemos vocación: por
haber sido creados por Dios, por haber sido bautizados, todos somos
amados de Dios y llamados a amar. Este es el sentido de nuestra vida: amar a
Dios y al prójimo. Si vivimos desde esta luz, siempre encontraremos motivos por
quién sufrir, por quién luchar, y a
quién amar. La vida es tarea de amor y
merece la pena vivirla.
Ayer por la
tarde, en la catedral nuestro Sr. Arzobispo, celebraba una eucaristía con
motivo de la Jornada de la vida consagrada: religiosos y religiosas, monjes y monjas,
misioneros, misioneras, seglares y consagrados, que además de sentirse llamados
a la vida y al bautismo, han sentido una llamada a seguir más de cerca al
Señor, viviendo en comunidad, los votos de pobreza, castidad y obediencia.
El papa Francisco, hablando de las
contemplativas y a todos los consagrados, dice que la vida consagrada es tan
necesaria para los bautizados y para todo el mundo, como el faro que lleva al puerto a los marineros
que navegan en el mar.
Pidamos por las
vocaciones a la vida consagrada, pero pidamos para que todos y cada uno de
nosotros nos sintamos llamados a vivir la vida como una vocación: “No temas; desde ahora serás pescador de
hombres”.