-Textos:
-Dt 26, 4-10
-Sal 90, 1-2. 10-15
-Ro 10, 8-13
-Lc, 4, 1-13
“El Espíritu
lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por
el diablo”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy, con este
domingo de las tentaciones de Jesús, comenzamos propiamente la cuaresma. Los
días anteriores desde el Miércoles de Ceniza podemos considerarlos como el
preludio de la cuaresma.
La cuaresma es
un tiempo de gracia de Dios, antes que un tiempo de penitencia y ayuno. Dios en
este tiempo tiene dispuesta una gracia específica para la Iglesia y para cada
uno de nosotros. Recordemos palabras del miércoles de ceniza: “Ahora es el tiempo de la gracia, ahora es
el tiempo de la salvación”, “Si hoy escucháis su voz, no endurezcáis vuestro
corazón”.
La primera
lectura nos ofrece el primer punto de reflexión. Trata del credo de Israel. Si
nos damos cuenta no es un credo que desgrana dogmas o verdades sobre Dios, es
un credo que cuenta una historia. Para expresar y justificar su fe aquellos
israelitas que peregrinaban por el desierto cuenta su historia, unos
acontecimientos que les ocurrieron a ellos en los que vieron palpable la mano
de Dios: “Mi padre fue un arameo errante
que bajó a Egipto… y allí se convirtió en un pueblo grande…Los egipcios nos
maltrataron… entonces clamamos al Señor y escuchó nuestros gritos…El Señor nos
sacó de Egipto con mano fuerte…”. Así los israelitas van contando su
historia, Y reconocen que su historia es una historia de salvación. Dios ha
intervenido continuamente en su historia salvándolos y liberándolos, hasta
llevarlos a la tierra prometida.
Queridos
hermanos: ¿Nuestra fe es una fe que puede contar uno y muchos acontecimientos
ocurridos en mi vida donde veo palpable la mano de Dios, que me cuida, me da
luz para tomar decisiones, valor para seguir luchando y amor para entregarme a
hacer el bien al prójimo? “En Dios
vivimos, nos movemos y existimos”, dice san Pablo. Mientras vivimos Dios
está siempre con nosotros, como providencia, misericordia y amor. ¿Podemos
decir y contar que creemos en Dios, porque tenemos experiencia de que hemos
visto en nuestra vida la mano de Dios que nos ha ayudado, iluminado y nos ha
dado la paz?
Y vengamos al
evangelio: Jesús, llevado por el Espíritu al desierto, fue tentado por el
diablo. Jesús, como hombre experimentó la tentación y venció la tentación.
Cristo ha vencidos al demonio, al pecado y a la muerte. Si nosotros creemos en
él y nos apoyamos en él, nosotros podemos vencer toda tentación: poder, dinero,
fama, bienestar desmedido, olvido del prójimo… envidias y venganzas…, deseo de
aparentar falsamente….
Jesucristo sabe
de todo eso, y ha dado la vida para que nosotros nos beneficiemos de la victoria que él ha logrado. Cristo vence,
Cristo reina y nosotros podemos vencer con él, mediante la fe en él.
Y esta es la
tarea del tiempo de cuaresma. Se nos llama a la conversión, pero a la
conversión a la fe en Jesucristo. Creer
en Jesucristo de verdad, de una manera efectiva y realista: Aceptando sus
valores y sus enseñanzas, que son: Por
encima de todo, la voluntad de Dios, el amor a Dios y amor al prójimo,
pedir perdón y perdonar, solidaridad con el que sufre, ayuda al enfermo, dar
testimonio claro de nuestra fe, para que otros hermanos descubran la
providencia de Dios en su vida, y vengan a la fe.
Este es el
ayuno que Dios quiere y la penitencia que nos lleva a experimentar la Pascua de
Jesús y a resucitar como hombres y mujeres nuevos.