-Textos:
-Hch 10, 34ª. 37-43
-Sal 117, 1-2, 16ab-17. 22-23
-Col 3, 1-4
-Jn 20, 1-9
“Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén… Lo
mataron… Pero Dios lo resucitó al tercer día”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy, en esta mañana estamos todos
de enhorabuena. La celebración de la eucaristía nos lleva al núcleo, a
la médula misma de la eucaristía de cada
domingo y de cada día, nos comunica la gran noticia de la resurrección de
nuestro Señor Jesucristo, él, que es Camino, Verdad y Vida, que es nuestro
camino nuestra verdad y nuestra vida.
Esta mañana es propicia para agradecer y para reflexionar sobre la fe
que tenemos en la resurrección de Jesucristo. Sí que creemos, pero si traemos a
la memoria, el entusiasmo de San Francisco Javier, el Divino Impaciente, la
fuerza y el entusiasmo de su cartas, y los motivos que le movían a tanto y tan peligrosos
viajes; si pensamos en san Pablo, la cárceles que sufrió, las veces que lo
echaron apedreado de las sinagogas, y, sobre todo, la fuerza de los
sentimientos que manifiesta en sus cartas, no podemos menos de confesar, mi fe
es débil, Señor aumenta mi fe”.
Las lecturas de la eucaristía de hoy nos ayudan, sobre todo, si las
meditamos en la presencia de Dios, nos ayudan y nos dan pistas para avanzar por
el camino de la fe.
En primer lugar, y en la primera lectura hemos escuchado: “Nosotros somos testigos”: El testimonio,
el gran medio reclamado y pedido continuamente por la Iglesia, para transmitir
la fe; y por lo tanto, la responsabilidad, como cristianos adultos, de dar
testimonio de nuestra fe. Aunque no fuera más que por agradecer a Dios y a nuestros
padres el gran regalo que nos hicieron de su testimonio, cuando éramos todavía
pequeños, pero muy dispuestos para aprender de los padres y la familia.
Sin salirnos de los Hechos de los Apóstoles, escuchamos: “…Testigos de todo lo que hizo en Judea y
en Jerusalén”. Un segundo y fundamental medio para transmitir y para acrecentar la fe
en nosotros mismos es la Palabra de Dios escuchada en grupo, en la asamblea
litúrgica, sobre todo, y en el silencio de la oración personal. ¡Tantas
palabras y tan diversas, desordenadas y contradictorias que escuchamos a lo
largo del día! La palabra de Dios escuchada en la biblia con fe, es el criterio
más seguro para poder descubrir la voluntad de Dios y desde esa perspectiva
juzgar y ordenar tantas palabras que llegan a nosotros y solicitan y piden una
respuesta y una decisión.
El testimonio de fe, manifestado con sencillez y naturalidad, y sobre
todo, con convicción y coherencia, la Palabra de Dios en la biblia escuchada
con fe y con frecuencia, dos caminos extraordinariamente adecuados para comenzar
a creer en Jesucristo, y después para cuidar y acrecentar la fe en él.
Esto es lo que esperamos también de la eucaristía, que estamos
celebrando en esta fiesta grande de la Pascua.
Ojalá, como fruto de estas celebraciones pascuales, salgamos con el propósito de poner en práctica estos dos caminos, el
testimonio de vida y la escucha de la palabra de Dios, para que nuestra fe sea
de verdad una experiencia de encuentro personal con Jesucristo resucitado, una
vivencia profunda de comunión en la Iglesia, y un testimonio gozoso de
evangelización.