-Textos:
-Is
43, 16-21
-Sal 125, 1b-6
-Fil 3, 8-14
-Jn 8, 1-11
“Mirad que realizo algo nuevo; ya está
brotando, ¿no lo notáis?”
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
“Cualquier
tiempo pasado fue mejor”. Así reza un refrán con el que hoy en día muchas
personas estarán en desacuerdo, pero que,
si lo referimos a la cuestión religiosa y a la vida cristiana, también habrá
muchos que estarán de acuerdo.
Las iglesias
concurridas en las misas de los domingos…, casarse por la Iglesia, los
movimientos matrimoniales y de Acción Católica…, la trasmisión de la fe y de
las costumbres cristianas de padres a hijos…, las vocaciones a la vida
contemplativa, y de sacerdotes para el seminario…, los misioneros y misioneras
jóvenes esparcidos por el mundo….
No hace muchos
años, pero, ¡qué cambio! Muchos cristianos y cristianas de edad madura no
podemos menos de traer todo eso a la memoria con nostalgia, y decir: “Aquellos
años eran mejores”.
Pero en la
primera lectura de hoy parece que el
profeta Isaías no está del todo de acuerdo con nosotros y nos urge
a que cambiemos de mentalidad o, al
menos de perspectiva. Nos dice de parte de Dios: -“Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.
Y según nos
dicen, cuando Isaías pregona este mensaje, la situación del pueblo de Dios no
era nada halagüeña: están en el exilio, están desterrados, fuera de su patria,
y en una tierra que ni aman ni les pertenece. En esta situación el profeta, en
nombre de Dios, grita: -“Mirad que
realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?”.
Dios quiere
decirles: Esta situación, que vivís ahora no va a durar siempre, de nuevo
tornaréis a la tierra prometida, y vuestro regreso será más feliz y venturoso
que la primera vez. Pero no miréis a lo
viejo, no recordéis lo de antaño, la nostalgia paraliza. Mirad al futuro, creed
la buena noticia: “Dios es capaz de abrir
caminos en el mar y ríos en la estepa”; “Con Dios haremos proezas”.
Estas son palabra
del profeta al pueblo de Israel, y son palabras de Dios mismo a nosotros en la
eucaristía de hoy.
Se acerca la
Pascua, estamos a menos de quince días. De nuevo, las celebraciones pascuales
ponen delante de nosotros el máximo acontecimiento que podemos presenciar, podemos participar y
del que podemos beneficiarnos: Cristo Jesús, muerto por nuestros pecados, resucitado por el poder de Dios, y
constituido en esperanza de salvación para todos los hombres y para todo el
mundo.
Siempre, pero
desde ahora, hasta la pascua, pongamos los ojos fijos en Cristo resucitado.
Escuchad con envidia las palabras de san Pablo en la segunda lectura: “Todo lo considero pérdida comparado con el
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero
basura con tal de ganar a Cristo… Todo para conocerlo a él y la fuerza de su
resurrección… Olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante…”.
Queridas
hermanas y queridos hermanos todos: Si tenemos fe, si creemos en estas palabras,
tenemos que decir: “Lo mejor está por venir”; “En esta vida nos queda lo
mejor”.
Esto es y puede
ser verdad, pero no debido a nuestras propias fuerzas. Puede ser verdad, porque
Dios es fiel y cumple lo que dice,
porque Cristo, Hijo de Dios, ha dado la vida por nosotros, y ha resucitado. Y
en la Pascua podemos beneficiarnos de su victoria.
Faltan diez días solamente para la Pascua: Permitidme unas preguntas finales: ¿Se va a notar en nuestra vida personal algún cambio, algún “inicio nuevo”, en la Pascua de este año? Nos quedan todavía doce días para tomar decisiones, para reconciliarnos con Dios… Para dejar a Dios realizar en nosotros ese “algo nuevo” que dice Él que ya está brotando.