-Textos:
-Ex 12, 1-8. 11-14
-Sal 115, 12-13. 15-18
-II Co 11, 23-26
-Jn 13, 1-15
“Sabiendo
Jesús que había llegado su hora…habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos, todos:
Tarde de Jueves
Santo, estamos en el preludio del Triduo Pascual, la Pascua del Señor y nuestra
Pascua.
¡Cuánta gracia
y cuanto amor derrocha y esparce Dios en las celebraciones de estos días!
La eucaristía
es manifestación suprema del amor de Dios. Jesucristo, establece y nos deja
esta máxima manifestación de amor, sabiendo que había llegado su hora, la
hora de pasar de este mundo al Padre y
la hora de amar a los suyos hasta el
extremo.
Acerquémonos todos a esta hora de Jesús, a este momento
cumbre de la vida de Jesús. Él es
consciente de que falta muy poco para que comiencen las temibles y
dolorosas horas de su pasión y muerte y dice a sus discípulos: “Ardientemente he deseado comer esta pascua
antes de padecer”. Y los discípulos se sientan a la mesa con él, para
participar en la última cena y en la primera eucaristía.
Nosotros también esta tarde con deseo ardiente,
venimos a compartir la eucaristía, el memorial de aquella Última Cena, anticipo
sacramental de aquellos hechos, pasión, muerte y resurrección, de la pascua, que
estaba a punto de vivir.
Permitidme
subrayar un detalle: Jesús en aquella cena repite dos veces el mandato: “Haced esto en memoria mía”. Primero sobre el pan: “Esto es mi cuerpo haced esto en memoria mía;
luego sobre la copa, la copa suya, la que tiene en la mano, dice: Este es el cáliz de la nueva alianza en mi
sangre; haced esto, cada vez que lo bebáis, en memoria mía”.
En el
pensamiento del Antiguo Testamente, y también la mente de Jesús, y en la de los
discípulos, que están con él, hacer
memorial es hacer presente el hecho mismo, el acontecimiento, que está ocurriendo,
en el cenáculo. Así lo entienden y los viven los discípulos.
No es un puro
recuerdo sentimental. Por es, es dar lugar a que lo que él hizo podamos
nosotros presenciarlo y participarlo hoy, reunidos como Iglesia, en su nombre.
Por eso,
también, san Pablo explica a su comunidad de Corinto: “Siempre que coméis de este pan y bebéis de esta copa, anunciáis la
muerte del Señor hasta que vuelva”. Y además les advierte: “Quien coma de este pan y beba de esta copa
indignamente, es reo del cuerpo y de la sangre del Señor”.
¿Por qué san
Pablo puede decir esto? -Porque él sabe
que hacer memorial de lo que hizo Jesús en la última Cena no es puro recuerdo
sentimental, es dar lugar a que lo que él
hizo en el cenáculo, podamos presenciarlo y participarlo nosotros hoy, en
cualquier momento y en cualquier lugar, donde nosotros celebramos en el nombre
de Jesús, en la fe y en Iglesia.
Queridas
hermanas y queridos hermanos todos: La eucaristía se celebra y se vive en la
Iglesias, pero la Iglesia nace, se constituye y vive de la eucaristía. Y
también nosotros. Un hecho ejemplar: Los cristianos de Bitinia, allí por el
siglo tercero, murieron mártires, proclamando: “Nosotros los cristianos no
podemos vivir sin el Señor, sin el domingo, sin la eucaristía”.
Demos gracias a
Dios, siempre, pero muy especialmente en esta tarde de Jueves Santo por el amor
supremo que queda patente en la eucaristía, por el ministerio del sacerdocio,
que hace posible y accesible la eucaristía, por el amor al prójimo, sobre todo,
al prójimo necesitado, que nos demanda la eucaristía. Sí, esta tarde, por
encima de todo, demos gracias a Dios.