-Textos:
-Hch 5, 27b-32. 40b-41
-Sal 29, 2. 4-6. 11-12a. 13b
-Ap 5, 11-14
-Jn 21, 1-19
“Me voy a
pescar”… “Vamos también nosotros contigo”.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Todos conocemos
el alto significado simbólico que da el
evangelista Juan a muchos de sus relatos. Este que hemos escuchado hoy, es uno
de ellos.
Cuenta que en
la playa se encuentra siete discípulos, cinco de ellos los conocemos por su
nombre, de dos se dice sencillamente que eran discípulos de Jesús. El
evangelista habla de siete, porque el número siete indica plenitud, totalidad.
Es decir todos los discípulos, que siguen a Jesús y han tenido la experiencia
de ver que Jesús ha muerto, pero que ha resucitado. Y están en la orilla del
mar, que es el mundo pagano que no sabe
que Cristo ha resucitado, o niega que ese milagro portentoso sea verdad.
Pedro,
reconocido como cabeza de todos los discípulos, toma la iniciativa y dice: “Me
voy a pescar”. Y los que están con él, es decir, todos los que reconocen a Pedro como jefe y cabeza,
responden: “Vamos también nosotros contigo”. Y de noche, a oscuras, entran en el mar, es
decir, en el mundo pagano, y entran por iniciativa propia, contando con sus
propias fuerzas. Y de esta manera, ellos solos y por su cuenta, no pescaron
nada. Pero estaba amaneciendo, Jesús ya ha resucitado y les sale al encuentro,
aunque ellos de momento no lo reconocen. Jesús interviene y pregunta: “Habéis pescado algo”. “No”, le dicen
secamente. “Echad las redes a la
derecha”. Pedro y los discípulos
hacen caso a Jesús, echan las redes siguiendo las indicaciones de Jesús,
confiados en su palabra, y se les llenan las redes de peces hasta reventar. Y
hay uno de los discípulos que descubre
el significado profundo de lo que ha pasado, es Juan que dice: “¡Es el Señor!”:
¡Él, el que ha resucitado! El Señor resucitado, en la noche y en un momento de
desaliento, porque no conseguimos nada, ha venido a nuestro encuentro.
“Sin mí no podéis hacer nada”, les había
dicho Jesús en la última cena. Pero con Jesús resucitado el fruto está seguro.
Pescaron hasta quinientos cincuenta y
tres peces grandes. Que es una cifra que el evangelista nos la anota, para que
entendamos que no solo es una pesca abundante sino también universal. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El
que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis
hacer nada”.(Jn 15, 5).
Queridas
hermanas y queridos hermanos, todos: Saquemos alguna consecuencia: Nosotros acabamos
de celebrar la Pascua, la hemos vivido con fe y hemos sentido la alegría:
Sabemos que Jesucristo fue crucificado, y dio la vida por nosotros, pero
sabemos también, que resucitó, y vive con nosotros, en la eucaristía y de mil
maneras más. Y todos pasamos por situaciones de noche oscura, en medio de la
sociedad que tan rápidamente se ha hecho pagana, menospreciando que Jesucristo
es la “Luz del mundo”. Y a
nosotros nos entran dudas, cuando vemos calamidades y desgracias, y no
entendemos por qué Dios no interviene; y cuando en nuestra propia casa y
familia vemos a las generaciones jóvenes que se niegan a tomar de nuestras
manos el testigo de la fe, por más que nosotros queremos que lo tomen, porque lo
consideramos muy importante.
Y tenemos que
pensar: ¿Será que contamos solo con nuestras propias fuerzas? ¿Qué no caemos en
la cuenta de lo importante que es la advertencia de Jesús en la Última Cena: “Sin mí no podéis hacer nada”?