-Textos:
-Hch
14, 21b-27
-Sal 144, 8-13b
-Ap 21, 1-5ª
-Jn
13, 31-33ª. 34-35
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a
otros como yo os he amado” -Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Una cálida
mañana de primavera, resurgiendo de la pandemia, pero más importante,
resucitando con Cristo, en este tiempo pascual. Venimos a celebrar el domingo y
se nos ofrece escuchar el mandamiento
principal de la ley antigua y del evangelio predicado por Jesús: -“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis
unos a otros como yo os he amado”.
Amar es el
impulso más profundo del corazón humano, amar y ser amado. Amar y ser amados nos da fuerza para acometer los mejores
proyectos y las más difíciles tareas; sobre todo, amar y ser amados nos hace
felices.
El papa Juan
Pablo II, hablando de la familia llega a decir: “Dios es amor, el ser humano es
imagen de Dios y participa del amor de Dios, por eso la vocación más genuina de
los seres humanos es el amor. Estamos vocacionados a amar y el amor nos realiza
como personas y nos hace felices.
Pero los
humanos somos criaturas limitadas y, además heridas por el pecado. De modo que
en nosotros anida, junto al amor, el egoísmo. El amor nos saca de nosotros para
hacer el bien a los demás y encontrar alegría en el ejercicio de esa actividad,
pero el egoísmo nos tienta a encerrarnos en nosotros mismos y a buscar al otro
para aprovecharnos de él. El egoísmo, además nos confunde y nos hace pensar que
buscándome a mí mismo y aprovechándome del prójimo, yo saldré ganando y seré
más feliz.
El amor no es
un puro sentimiento que busca satisfacerse a sí mismo. El amor verdadero tiene
sus raíces en la voluntad y en la libertad. Santo Tomas dice que amar es hacer
el bien a la persona amada. Salimos de nosotros y vamos al encuentro del otro.
El amor verdadero compromete a la persona entera. Amar así proporciona
felicidad sin buscarla.
El amor y el
egoísmo generan constantemente tensión y lucha en el corazón. Por eso, algunos
pensadores han escrito que el amor es un arte, el arte de amar. Un arte
delicado, que merece mucho la pena, pero difícil, que exige esfuerzo y
aprendizaje.
Muchos no piensan así: Como el amor es tan natural,
sale espontáneo, dicen. Pero no es así. Y de hecho hay muchas personas sensatas
que toman en serio el arte de amar y buscan y aprenden.
Sin excluir
recursos naturales, los cristianos tenemos una idea muy clara y un recurso muy
eficaz para vivir y crecer en el verdadero amor, en aquel que nos hace
felices a nosotros y a los
que tratan con nosotros:
¿Amor? -El de
Cristo, amar como Cristo nos ha amado y nos ama. Jesucristo no solo es maestro
de amor, sino también modelo de amor. Y no sólo es modelo de amor, sino que es
fuente de amor. Él que nos dice que amemos, él nos ofrece los medios para que
podamos amar. Porque él nos da su vida, nos transmite su vida, que es vida de
amor. “Como el Padre, Dios, me ha amado,
así os he amado yo; permaneced en mi amor.
El secreto es
creer en Jesucristo, pero no de cualquier manera, sino con una fe que nos injertar
en la persona de Jesús, para que la vida divino-humana que él vive, pueda
comunicarse a nosotros. Este intercambio de amor y de vida ocurre de varias
maneras, pero la más eficaz y fecunda, es la eucaristía que ahora celebramos.