-Textos:
-Hch
2, 1-11
-Sal 103, 1ab. 24ac. 29b-31. 34
-1
Co, 12, 3b-7. 12-13
-Jn
20, 19-23
“Recibid el Espíritu Santo”; “Como el Padre me
ha enviado, así también os envío yo”.
Queridas hermanas benedictinas y queridos hermanos
todos:
Domingo de Pentecostés, corona y fruto del tiempo
pascual. Fiesta grande, portadora de una gracia que necesitamos imperiosamente,
porque fortalece nuestra fe y nos infunde entusiasmo para anunciar el Evangelio.
Merece la pena poner la atención en un contraste
manifiesto que reflejan las lecturas: Estaban todos los discípulos reunidos; el
evangelio de Juan dice que estaban con las puertas cerradas por miedo a los
judíos.
“De repente, un ruido del cielo, como de un
viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas
lenguas como de llamaradas, que se repartían, posándose sobre cada uno. Se
llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar lenguas…
Estaban de miedo y encerrados, el Espíritu Santo los llena, y empiezan, decididos y
valientes, a proclamar en todas las lenguas las maravillas de Dios.
Jesús, antes de subir al cielo, ya les había
adelantado: “Os conviene que yo me vaya; si me voy os enviaré el Espíritu
Santo, Él será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he
dicho” (Jn 14, 26). En el evangelio de hoy le hemos escuchado: “Recibid el Espíritu Santo; a quienes
perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les
quedan retenidos”·
Es lo mismo que decirles: “Dejo en vuestras manos el
tesoro divino de la salvación del mundo, para que lo ofrezcáis y lo repartáis a
todos los hombres”. La salvación del
mundo en nuestras manos, y el Espíritu Santo con nosotros, para que la
anunciemos y la comuniquemos al mundo entero.
Queridas hermanas y queridos hermanos: Nosotros
somos discípulos de Jesús, a nosotros se nos ha infundido el Espíritu Santo en
el bautismo. En las manos de la Iglesia está el poder de perdonar los pecados.
Esto es tanto como decir, que en la comunidad de seguidores de Jesús, impulsada
por el Espíritu Santo, tenemos una fuerza, un poder, que podemos ofrecer y
comunicar, para que la ambición de dinero no corrompa las conciencias; para que
el espíritu de justicia inscrito en el corazón humano se implante como norma
que regule las relaciones entre los hombres; para que la lujuria o la envidia
no conviertan a unas personas explotadoras de otras personas. Podemos compartir
con nuestros hermanos la fuerza de amar y perdonar, como Jesús nos ama y perdona.
“Como el Padre me ha enviado, así también os
envío yo”. Esta
celebración trata de despertar y avivar en cada uno de los bautizados la
vocación apostólica a la que se nos convocó desde el día de nuestro bautismo.
No podemos quedar de miedo y encerrados en el
cenáculo. “Se llenaron todos de Espíritu
Santo y empezaron a hablar en lenguas…” Mirad que cada vez son menos las
parejas que se casan por la Iglesia, también
van aumentando las parejas jóvenes que no bautizan a sus hijos.
Seamos conscientes de nuestra responsabilidad
apostólica. Transmitamos la fe a las generaciones jóvenes. Hablemos de las
maravillas de Dios, para que todos la puedan oír en su propia lengua.