-Textos:
-Is
66, 10-14c
-Sal 65, 1b-3a. 4-7a. 16. 20
-Ga 6, 14-18
-Lc
10, 1-12. 17-20
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos
en medio de lobos.
Queridas
hermanas benedictinas y queridos hermanos todos:
Primer domingo
del mes de Julio. Mucha gente está pensando en los sanfermines, o en emprender
el viaje para pasar un tiempo de vacaciones. También tendremos prójimos y
hermanos nuestros que no disfrutaran plenamente de los sanfermines y que no
irán de vacaciones porque el encarecimiento de la vida está tan agudo y tan
acelerado que tienen forzosamente que pensar solo en sobrevivir.
En estas
circunstancias, ¿estamos nosotros dispuestos a escuchar y poner en práctica el
mensaje y la tarea que nos propone hoy la Palabra de Dios?
“Poneos en
camino”. Esta es la consigna. Podríamos interpretarla como una invitación a
coger el coche y salir de vacaciones. Pero nos está llamando a anunciar el
Reino de Dios. Y nos llama a todos su discípulos, a todos los bautizados,
seglares, casados y solteros, sacerdotes, religiosos, contemplativos,
consagrados, a todos.
Esta llamada universal queda patente cuando escucha
en el evangelio que Jesús “designó a
otros setenta y dos, y los mandó, de dos en dos, a todos los pueblos”. El
número “setenta y dos”, según los conocimientos del antiguo pueblo de Israel
era el número total de países que poblaban el mundo entero. Jesús al elegir a
setenta y dos quiere decir que está mandando a todos sus discípulos, no sólo a
los Doce, y a todo el mundo, no solo a
Israel.
La consecuencia
clara para nosotros es que Jesucristo y el mensaje del Reino que él predica
quiere expresamente que llegue a todo el mundo y que sea anunciado por todos
sus discípulos: “Se me ha dado pleno
poder en el cielo y en la tierra, id por todo el mundo y anunciad el
evangelio…”
No sé queridos
hermanos, si al inicio del verano y en ambiente “sanferminero” estamos
dispuestos a acoger en serio el mensaje de Jesús que nos llama apremiantemente
a anunciar el evangelio. La excusa nos viene a la boca: “Que pasen la
vacaciones y que pase el verano, y ya hablaremos del tema”.
No vale la
excusa: Anunciar el evangelio en estas circunstancias puede ser algo tan básico
y elemental como “ser cristiano y portarme como cristiano con toda libertad y
toda naturalidad, allí donde me encuentre”. La diversión, el esparcimiento y el
descanso no significan dar de vacaciones al mandamiento supremo de amar a Dios
y al prójimo como a mí mismo. Porque una consigna tan esencial puede ser la
clave para que tanto las vacaciones como los “sanfermines”, sean de verdad
salud, descanso y esparcimiento. Ejercitarse en el amor es sin duda alguna el
ejercicio que más descansa y pacifica a la persona.
Es la clave
también para que aquellos que no pueden disfrutar de vacaciones y fiestas
puedan realmente sentir que, a pesar de los vaivenes y disgustos de la
economía, “ser cristiano y portarme como cristiano con libertad y naturalidad”
da paz y alegría a uno mismo, y es un testimonio de fe ante los demás.