-Textos:
-Dt. 30, 10-14
-Sal
68, 14. 17.30-31. 33-34. 36ab. 37
-Col 1, 15-20
-Lc 10, 25-37
“¿Quién es mi prójimo?” ¿”Cuál de estos tres te parece que ha
sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
Queridas hermanas
benedictinas y queridos hermanos todos:
Hoy domingo de verano y
domingo de “sanfermines”. No sé si los veraneantes, y los viajeros y los que
llevan ya tres días viviendo las fiestas en Pamplona estarán en disposición de
meditar la parábola del “Buen
Samaritano” que nos propone el evangelio.
Me permito poner de
relieve dos frases: El maestro de la ley pregunta: “¿Quién es mi prójimo?”. Pero Jesús, al final del diálogo, vuelve la
pregunta al revés: “¿Cuál ha sido prójimo
del que cayó en manos de los bandidos?
Sin duda, a nosotros
nos tiene que importar, como al maestro de la ley, saber quién y quienes son
los prójimos necesitados, caídos en las cunetas y en los márgenes de nuestra
sociedad, a los cuales debemos amar, y atender eficazmente, generosamente, como
hace el buen samaritano.
Pero, además, tenemos que estar muy atentos e
interesados en lo que pregunta Jesús al maestro de la ley, y hoy a nosotros: ¿Cuál ha sido prójimo del que cayó en manos
de los bandidos? De otra manera, ¿quién
de los tres que vieron al herido se ha hecho prójimo, se ha aproximado, acercado y dedicado a socorrer a este
necesitado?
Jesús nos pide que nos
hagamos prójimos de nuestros prójimos; especialmente, si son prójimos
necesitados, incapaces de valerse por sí mismos para sobrevivir. Jesús nos pide
que, lejos de excusarnos, o de hacernos los desentendidos, lejos de eludir la
molestia o el sacrificio de alterar nuestro propio plan, sepamos compadecernos,
y nos acerquemos, nos aproximemos, seamos misericordiosos, y nos hagamos prójimos
de los necesitados que hemos encontrado en el camino, y a los que podemos ayudar
de una u otra manera.
Jesús en su vida pública nos da ejemplo: él, en el
camino hacia Jericó, se salió de la
comitiva y se acercó al ciego para devolverle la vista, él paró el féretro y
devolvió a la vida al hijo único de una
viuda, él ve al paralítico en la piscina, habla con él y lo cura. El Buen
Samaritano de la parábola es el retrato mismo de Jesús.
La eucaristía es el mejor
reconstituyente, la mejor medicina, con que
Jesús, como Buen Samaritano, prepara para nuestra fe débil y nuestro amor
timorato. Jesús, en la eucaristía, pone nuestro corazón en fiesta, y nos
dispone para escuchar su palabra y transformarnos en testigos alegres y
valientes del evangelio.