-TEXTOS
Hechos
4,33;5,12.27-33;12,2
Salmo
66,2-3.5.7-8
2Cor
4,7-15
Mt.
20,20-28
“Los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús con mucho valor”.
La fiesta Santiago Apóstol es una
gracia y una oportunidad para afianzarnos en la fe y examinar cómo desarrollamos
y ponemos en práctica nuestra responsabilidad misionera y apostólica.
Acerquémonos primero a lo que los evangelios
nos dicen de este apóstol que tanto influjo beneficioso ha tenido en la Iglesia,
y en España particularmente:
Fue
el primer apóstol mártir. La liturgia lo llama “amigo de Dios” porque perteneció, junto con su hermano Juan
y con Pedro, al círculo de los íntimos de Jesús. Su misión, sin embargo, no fue
la de predicar el Evangelio, como Pedro o Pablo, ni la de escribirlo, como
Juan. Su máxima, eficaz y valiosísima aportación al Reino de Dios y a la misión encomendada
por el Señor a los apóstoles fue la de dar la vida por Cristo. “Podéis beber el
cáliz que yo he de beber?”, les preguntó un día Jesús a él y a su hermano. Y
respondieron: “Podemos”. Y efectivamente, bebió el cáliz del martirio dando la
vida como Jesucristo y por Jesucristo.
Un
ejemplo para todos nosotros en esta sociedad secularizada, que necesita el
testimonio de ciudadanos que confiesen su fe con libertad, serenidad y
valentía.
La
segunda nota que pongo ante vuestra consideración es la especial y particular
relación del apóstol Santiago con España. La oración colecta se centra en esta
relación y recoge su carácter específico: “Que por su patrocinio, España se mantenga
fiel a Cristo hasta el final de los tiempos”. Todos advertimos claramente
la oportunidad de esta petición.
Observemos
el contraste entre dos hechos de
actualidad de los que somos testigos cercanos todos nosotros: El “Camino
de Santiago”. Difícilmente se puede constatar un acontecimiento y un hecho
histórico más elocuente para demostrar la capacidad de la fe cristiana para
crear cultura y unidad entre los pueblos. Los monumentos religiosos que jalonan todo el Camino, los ríos de gentes de
todos los países y mentalidades, están hablando de la fuerza y del espíritu de
la fe cristiana para ser fermento, para transformar y dar lugar a la unidad entre los pueblos y las gentes, y
para inspirar una cultura llena de humanidad y de valores que impulsan un
progreso verdaderamente humano.
Hemos
de ser conscientes de la fuerza salvadora y humanizadora de nuestra fe. En unas
circunstancias actuales como las que vivimos, por ejemplo, una propaganda
secularizada y pagana que margina y silencia el hecho religioso, en la opinión
que flota en el ambiente de la gente, que
considera la religión y la cultura cristiana y católica como un fenómeno
pasado de moda, debemos ser conscientes y defender con respeto, pero con
claridad, la capacidad humanizadora de la fe cristiana.
Desde
esta convicción, con libertad, con respeto, pero también con entereza y alegría, hacer lo que nos cuenta la primera
frase de la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles que hemos leído: “Los apóstoles daban testimonio de la
resurrección del Señor Jesús con mucho valor”.